Dar buena y rica cosecha





“Los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre” (Mt 13,43)  
Jesús se goza con los que han vivido las bienaventuranzas. Es la alegría de la santidad que se extiende por toda la tierra.
Contempla a Jesús, sigue los caminos de su evangelio, y te brillarán los ojos, quedarás radiante.
¡Cómo se extiende el perfume de la santidad!
¡Cómo te alegras, Espíritu, en tus obras!
Bendito y alabado seas, Señor.

Señor Dios nuestro: Tú plantas en mi corazón la buena semilla de tu palabra y la riegas con tu gracia.
Te pido que el buen terreno de mi corazón sea receptivo para cada palabra que tú me diriges en el evangelio, en los acontecimientos de la vida, en cada persona buena que encuentro en mi camino.
Ayúdame  a dar buena y rica cosecha de integridad, compasión y amor.
Hoy te pido:
Por los que esparcen la semilla de la Buena Nueva de salvación: pastores y misioneros, catequistas y maestros, para que sigan con ilusión sembrando la semilla, aun cuando no vean cosecha todavía.
Por los labradores que siembran y plantan, para que el Señor les regale buen tiempo y abundantes cosechas, y que nosotros les estemos agradecidos por su duro trabajo.
Por todos los cristianos, para que no permitamos que los afanes de la vida asfixien la palabra de Dios en nosotros, sino que nos abramos al mensaje de Dios y lo vivamos constantemente.
Danos la gracia de que cada uno de nosotros y todos los miembros de tu Iglesia seamos buena tierra en la que crezca todo lo que tú has plantado, para que cuando camines por tu campo puedas sonreír satisfecho ante la promesa de una rica cosecha.
Señor que la palabra de Dios no permanezca nunca sin respuesta en mi vida.
Ayúdame, Señor Jesús, a tener siempre el corazón abierto y disponible a escucharte y a poner en práctica tu palabra.


«Los santos Joaquín y Ana forman parte de esta larga cadena que ha transmitido el amor de Dios, dentro del calor de la familia, hasta María»
(Papa Francisco).

Hoy tenemos el recuerdo de san Joaquín y de santa Ana, los padres de santa María, la Virgen y, por tanto, abuelos de Jesús; la vida de los cuales desconocemos, aunque podemos figurarnos que serían un matrimonio sencillo, piadoso y trabajador; como tantos que a lo largo de la historia han dado testimonio de una fe sencilla en Dios.


Hoy es el día de tener un destalle con nuestros abuelos: rezar por ellos si no están en esta tierra, mostrarles respeto, estima y ayuda concreta si lo están.
Y hoy, si están en este camino de la vida, cogerles de la mano y rezar con ellos a nuestro creador, como lo hicieron un día San Joaquín y Santa Ana con el niño Jesús. 
Ellos son los que merecen todo nuestro elogio, ellos son los hombres de bien que hoy canta la liturgia.

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