Seguir a Jesús exige desprendimiento, pero conduce a la vida plena y eterna que Él promete. Hoy, frente a la cultura del tener, Jesús nos invita a la lógica del Reino: servicio, gratuidad y confianza en la generosidad de Dios, donde la alegría comienza ya al vivir para Él.
Pedro le plantea a Jesús qué les va a tocar por dejarlo todo. Jesús le contesta en clave de seguimiento. Dejar casa, familia o tierras es condición del discipulado. Es necesario desprenderse de posesiones, afectos y proyectos para vivir la misión.
«¿Qué nos va a tocar?» En un mundo
donde repartimos las herencias cuando todo se concluye, y así destrozar las
cosas que estaban bien hechas. Aquí no se trata de repartir y cada uno reciba
una parte, sino que es un todo: la entrega y el don de saber que lo recibido es
para darlo.
La recompensa que promete el Señor a quienes les siguen es muy generosa. Por una parte, asegura en el momento presente cien veces más, y por otra parte, en el más allá asegura la vida eterna. No es, pues, una cuestión de renuncias sino, más bien, una cuestión de ganancias.
Saber que es fiel, que no nos deja nunca de la mano, nuestra vida con Él adquiere otra profundidad. Esta es la recompensa mayor que podemos tener, la única, la más valiosa. No busquemos nada más, sólo Dios basta. No deseemos nada más, sólo su presencia. No valoremos nada más, sólo su amor. No necesitemos nada más, sólo su fidelidad. No esperemos nada más, Él siempre está. La recompensa es Él, sólo Él.
Seguirle a Él es ya el premio, Él es la recompensa, su amistad el mayor regalo, caminar juntos el camino de la felicidad. Estar juntos nos llena plenamente y para siempre, la vida eterna es el regalo del encuentro con Él, de ser con, en y por Él.
Danos la fuerza y la fe para dejarlo todo por seguirte con un corazón libre y generoso. Haznos libres para seguirte con esperanza.
Ayúdanos a comprender que lo que entregamos por Ti no es pérdida, sino vida nueva.
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