Verlos

 

 

Con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico”
 
 (Lc 16,19-31).  

La parábola nos muestras, una vez más, la gran injusticia social de los que tenemos hasta hartarnos, los que vivimos sin problema una vida cómoda y regalada, y la muchedumbre que pasa hambre, sed, está desnuda, llagada, en los márgenes de nuestra sociedad que es del bienestar de unos pocos. Están en nuestras calles, en nuestros trabajos... hermanos nuestros, 'Lázaros', que sangran, que tienen necesidad, que se conformarían con un poco de lo que a nosotros nos sobra. Están a nuestro lado, no seamos indiferentes, nos necesitan, no miremos para otro lado. Verlos supone pararse, curar, cuidar, cambiar de camino, acompañar, conocer y amar. 

 Señor, abre mis ojos y  mi corazón para reconocer y servir a quienes más lo necesitan. 

Los vemos con mirada compasiva, nos acercamos, nos paramos, cuidamos, conocemos, amamos. No damos las sobras, damos lo que somos, lo damos todo, son hermanos.

  

 

Señor, dame hoy la gracia de ver a los demás con tus ojos y de actuar con amor y misericordia, recordando siempre que mi trato a los demás refleja mi relación contigo.  Amén


"Estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio."
Hay veces que sólo despertamos a la vida cuando atravesamos momentos de infierno. En el éxito, en el triunfo nos sentimos seguros y satisfechos. Ser rico es más una actitud, que ser propietario de bienes, cifras y patrimonios. La riqueza es sentirnos seguros de las gestiones que realizamos con los dones que recibimos. Todos recibimos la vida, no la compramos. Y si lo que recibimos lo compartimos, construimos el Reino. Si lo poseemos y lo ahorramos, nos volvemos insensibles a las necesidades de los demás. Y eso nos intoxica y nos destierra del amor que es el hogar de Dios.


El Evangelio de Lucas nos invita a reflexionar sobre nuestra vida, nuestras prioridades y cómo podemos ser verdaderos discípulos en el mundo de hoy. Al integrar estas enseñanzas en nuestra vida, podemos construir una comunidad más compasiva, justa y amorosa, fiel al Evangelio. Rumiemos tu Palabra, Señor, y que ella nos conduzca a dónde tú quieras llevarnos.

La mejor forma de transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo. Con la donación de nuestro tiempo y talentos a los demás… la mayor riqueza que tenemos.

Señor Jesús,
te damos gracias por tus enseñanzas llenas de sabiduría y compasión. 
Hoy, al reflexionar sobre la parábola del rico y Lázaro, 
nos invitas a abrir los ojos y el corazón ante las necesidades de los demás.
Ayúdanos a ser generosos y a reconocer que lo que poseemos 
no es solo para nuestro bienestar, sino para compartir con quienes sufren. 
Haz que no olvidemos que, en tu Reino, los últimos serán los primeros, 
y que todo lo que damos con amor tiene un valor eterno.
Que no dejemos que la indiferencia nos gobierne y que, como Lázaro, 
sepamos confiar en tu misericordia, incluso en la adversidad.
Te pedimos, Señor, que nos guíes en nuestra vida diaria 
para vivir con un corazón dispuesto a servir y a amar como Tú nos amas.
Que tu Espíritu nos inspire a no buscar riquezas materiales, 
sino la verdadera riqueza que es la paz, la justicia y el amor.
Amén.

 

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