Un don

 

"El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida."
 
(Jn 3, 31-36).


 No nos amas con medida. Ni el Espíritu, ni tus palabras, ni tus gestos, ni toda tu vida la das midiendo. Te das del todo. Nosotros en cambio por miedo a que se acabe, calculamos, medimos, regateamos la vida. Seguimos con mentalidad de pobres, cuando somos inmensamente ricos. Miramos el precio de todo, porque estamos instalados en la escasez. Cuando tú nos ofreces abundancia y gratuidad. Convertimos el trabajo en supervivencia, cuando nos invitas a vivir desde la exuberancia y la gratuidad.

«El que no crea al Hijo no verá la vida» Él nos muestra al Padre, nos enseña a entender lo que significan la comunión de la Trinidad y nos lo muestra en la vida de la Iglesia como comunidad de creyentes que conoce al Padre por la Palabra hecha vida y la sabiduría del Espíritu. Creer en Él. Dejarle sitio en nuestra vida. Creer en Él es organizar mi vida, lo que soy, con Él. Creo en Él lo conozco, Él cree también en mí, me ama y camina a mi lado. Me llama, me exige, me envía, me hace una propuesta... tengo que responder, tengo fe en Él.

La fe es un don, pero encuentra acogida en quien está abierto a las sorpresas. Dios se nos da a lo grande. Jesús nos regala el Espíritu sin medida. En este derroche de gracia descubrimos lo que Dios quiere de nosotros. Intenta hoy compartir con alguien tu fe. Es una forma de extender la vida.


Orar es saber que el agua del Espíritu vivifica y alienta toda semilla que ponemos cada día en los surcos del mundo.

La fe es un don que Él nos da por la fe que tiene en nosotros. La fe es una respuesta a la propuesta que Él nos hace con amor.

La 'fe' es un don que se recibe, respuesta que se da, confianza en Dios que me ama, al que amo, compromiso con un proyecto, lucha diaria por seguir, esfuerzo por levantarse y ponerse de pie, amistad correspondida y que corresponde, la manera de vivir y ser con Él.

 

 

 

Ven, Espíritu Santo
Y el Espíritu vino,
para recordarnos la verdad,
para que tengamos memoria agradecida
y corazón misionero.
Entonces balbuceando dijimos:
ven,
ilumínanos,
llénanos,
sánanos…
Abrimos los labios,
y nos puso las palabras justas,
alentándonos a ser
personas sabias.
Abrimos los oídos, y escuchamos
el dolor silencioso de los pobres,
el lamento hecho susurro
de los 'nadies'.
Abrimos nuestras heridas
y sentimos el soplo sanador y cicatrizante.
Abrimos el corazón
y nos encontramos…
amigos, hermanos, familia…


(Hermana Viviana Romero)




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