La puerta es una imagen de legalidad, honestidad, verdad y bien. Quien salta por otra parte es ladrón. Imagen de cuidado. Por ella entra el pastor. Imagen de Jesús. Quien entra por él se salva y encuentra pastos. En él tenemos vida. Vida abundante.
«Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará» Ya va siendo hora que aprendamos que sólo hay una puerta para entrar en la vida de salvación y que todo lo que sea dar vueltas o saltar la tapia no es forma de encontrar la salvación que da sentido a nuestra vida.
El Señor resucitado es nuestra puerta. Por él, podemos entrar y salir, y encontrar pastos, o alcanzar refugio y abrigo. El Señor nos da libertad, nunca nos obliga a permanecer dentro, o nos cierra el paso dejándonos fuera.
Jesús es la puerta para un encuentro maravilloso y único con Dios. Quien pasa por Él, con Él y en Él es de Dios. Es el camino de encuentro definitivo y verdadero con Dios. Él es más que la puerta, es Dios mismo que nos invita a entrar al abrazo del Padre.
No hay otro camino para ir a Dios, es Él de una manera definitiva y para siempre. Es Él quien nos llena de verdadera vida, de sentido y profundidad.
Las palabras y los gestos de Jesús desvelan un entrañable amor por el pueblo son una denuncia contra los que abusan de los indefensos; su forma de acercarse tan abierta, sincera y gratuita, abre caminos de liberación. Nada humano le es ajeno.
"Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante." Vida abundante en este tiempo de Pascua, se nos ofrece a través de tantos manantiales de agua viva. En cada paso que damos, en cada encuentro con los demás. En cada rato de agradecer, en cada silencio que nos invita a orar. Cada paisaje, cada canción. Dios nos espera ofreciendo abundancia. Que nuestra mirada temerosa no oculte la Vida que como un tesoro escondido se oculta envolviendo toda nuestra realidad.
“He venido para que tengan vida, y vida abundante”. Por eso nos has dado la vida, como buen pastor que eres. Con cercanía, con compasión, con ternura. Vida en abundancia. Vida entregada. Y me has conducido hacia fuentes tranquilas, para que sacie mi sed de ti, del Dios vivo, que me vivifica. Gracias Señor, por ser buen pastor en mi vida.
La puerta
Dime cómo se llega
a la tierra añorada,
donde no hay gestos
de desprecio,
se conjuga
el encuentro,
se vive
la fiesta,
se canta
la justicia,
se invierten
los órdenes
de primeros y últimos.
Dime cómo se entra
en la lógica
del amor desnudo,
en la desmesura
del perdón infinito,
en la ciudad
de las alianzas
entre Dios y nosotros,
donde no hay
llanto invisible
tras muros de aflicción.
Yo soy la puerta,
dices.
Y al fin comprendo,
que tu evangelio
está abierto
para quien quiera
alcanzar
el horizonte
que prometes.
(José María R. Olaizola, SJ)
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