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Nos hace hijos de Dios

 


"Dios Unigénito es quien lo ha dado a conocer"
 
(Jn 1, 1-18)

Dios se hizo carne, se hizo alguien como tú y como yo. Y habitó entre nosotros. El Verbo que existía desde el principio, que estaba junto a Dios, que era Dios, ha entrado en nuestra historia. Ha roto toda la distancia que nos separaba, y se ha hecho ser humano pequeño en toda su grandeza. El último en toda su realeza. El niño en toda su divinidad.

No puede haber tristeza cuando nace la vida (San León Magno).

Y esta Palabra de Amor quiere hacerse carne y vida en cada uno de nosotros. Aunque muchos no la recibieron, nosotros sí queremos recibirla.


Nuestro Dios no es un Dios escondido. Ciertamente, a Dios nadie lo ha visto jamás. Dios Unigénito es quien lo ha dado a conocer.  Por esto, no es acertado pensar que, puesto que Dios es un ser a quien nadie ha visto, es un ser entraño. Al contrario, se ha manifestado en su Hijo. Quiso vivir con nosotros, caminar con nosotros, habitar entre nosotros. Hoy nosotros somos sus manos... ¡para hacer su voluntad!


Nuestra fe nos recuerda que Dios es nuestro Padre, que en Él nos hace hijos de Dios. Ser hijos lleva consigo la fidelidad de un Padre y la nuestra a una familia y a Él. Nos hace ser hermanos unos de los otros, un proyecto de fraternidad. Somos hijos de Dios. Sabemos que un Padre no abandona a sus hijos, que los hijos saben donde acudir, donde gozar del amor que Él nos tiene.

Encarnación

A mi medida.
¡Tan débil como yo,
tan pobre y solo!
Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre
[Jn 4, 34]
y tan sediento, Señor, de que te beban… [Jn 7, 37]
Tú, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,
de todo lo que somos.
Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.
Tú, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reír como nosotros
Tú, Dios, Tú, hombre,
Tú, mujer, Tú, anciano,
Tú, niño y joven,
Tú, siervo voluntario,
siervo último
siervo de todos…
Tú, nuestro.
Tú, nosotros.


(Ignacio Iglesias, SJ)


 

 

 

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