La ofrenda

 


"Los demás han echado de lo que les sobra, 
pero esta, que pasa necesidad, 
ha echado todo lo que tenía para vivir." 
(Mc 12,38-42).

¿Cuántas viudas del templo, hoy, no tendrán quien preste atención a su gesto, mientras tantos otros se pavonean por fuera o por dentro presumiendo de dar las sobras?


El mirar de Dios, es muy diferente al mirar humano. Dios escruta los corazones y se regocija en la sinceridad de nuestras obras. Enséñanos a mirar y ver, Señor.

Jesús establece un contraste entre escribas y una mujer. Ellos buscan el aplauso, el reconocimiento y devoran los bienes de las viudas. Ella, es una viuda pobre, que pasa desapercibida y da hasta lo que necesita para vivir. Momento para definir de cada lado estamos.

Jesús  que advertía de la mala conducta de los maestros de la Ley, llama aprisa a sus discípulos para que aprendan la actitud de la viuda pobre, que hace su ofrenda al Templo, pero es rica en generosidad y confianza en Dios: no da de lo que le sobra sino lo que tenía para vivir.


"Cada ofrenda posee su valor, desvela la gratuidad desde donde se vive. No hay gesto alguno que se pierda, ni gesto que no alcance la mirada atenta."

La vida no son apariencias. En el templo, ante el altar de las ofrendas, Jesús ve a una viuda que nadie se fija el ella, las apariencias no llaman la atención. Jesús subraya la actitud de la viuda: ha hecho en las ofrendas la vida, 'todo lo que tenía para vivir'


"Ha echado todo lo que tenía para vivir"
El testimonio no viene de las apariencias sino de la verdad y la vida que ponemos en juego en nuestro proyecto de vida.

Podemos dar lo que nos sobra, migajas, calderilla. O podemos darnos nosotros, lo que somos, nuestra mente, corazón, fuerzas. Es lo que Dios ve y anima a vivir. Pasar por las vidas de los otros "con las sobras", es pasar por alto el valor de los demás. Dar todo lo que somos y tenemos es dejar huella que no pasa jamás.

Esta viuda pobre nos muestra el camino del amor: No solo dar, sino darse del todo. No se trata de dar de lo que nos sobra. No se trata de dar lo que ya no queremos. Se trata de darnos del todo, de compartir nuestra vida. Se trata de AMAR. Sin más.

 

La buena gente

No te sonríen
con blancura dentífrica,
desde las páginas de una revista.
No acaparan flashes
en los eventos de moda.
No reciben premios
en las galas con más glamour
ni las multitudes
corean sus nombres
en el concierto de los poderosos.

Pero no lo necesitan,
para brillar con luz propia
en el baile de la historia.
Son el hombre justo,
y la viuda pobre,
el profeta valiente
y la mujer perdonada.
Son el peregrino
que comparte su mesa
y su palabra,
y el caminante que,
en su fatiga,
bromea y canta.
Son el carpintero
y la muchacha,
el alfarero y la criada,
el emigrante
que no pierde
la esperanza.

Son la buena gente,
que en lo discreto,
transforma el duelo
en danza.


(José María R. Olaizola, SJ)


 

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