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"Vive para servir"

 

"Se puso a servirles."
 
(Lc 4,38-44).

“La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella”. La oración de intercesión tiene un sentido profundo. Pedir por quienes tienen fiebre de poder o tener. Quienes tienen dolencias corporales o mentales. Los que viven dominados por el demonio de la envidia, la calumnia o la prepotencia. No ser indiferentes ante el mal.

"El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles." Inclinarse hacia la necesidad del otro, atenderle, disponerse, es el camino del servicio. La fiebre te enferma, pues "sal de ella", te quiero sana. Y la respuesta agradecida es hacer lo que han hecho conmigo. Se puso a servirles. La gratitud al ver el bien que nos han hecho, es devolver ese bien. Es dar gratis lo que gratis recibimos.


"Se puso a servirles".
Es el dinamismo de la sanación de Dios. Cuando Él toca tu vida, todo tu ser te pide dar lo mejor de ti. Tu vida cambia... y la de los demás. ¿Qué "fiebres" te tiene paralizado y te impide ponerte al servicio de los demás?

Jesús se pone al lado de la suegra de Pedro y la cura, al lado de Jesús para que cambie nuestra vida, para que con Él todo malestar, situación de dolor, de tristeza, de soledad, de oscuridad... cambie, nos haga hombres y mujeres nuevos, para servir. Ser de Él, confiar en Él, tener fe, sentirnos amados y transformados por Él para servir.

 “Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando” Cuando crece la opinión de que Dios no puede hacer nada por nosotros, ¡qué reconfortante es escuchar estas palabras! Pon tus males y los males de los que te rodean ante Jesús. Jesús tiene poder para curar, para levantar a los caídos, para poner de nuevo en pie la esperanza.

En el horizonte de mi esperanza, Tú estás.
En mis enfermedades y dolencias, Tú estás.
En mi vida de cada día, Tú siempre estás.
Yo te llamo con fe.
 


"Intentaban retenerlo para que no se separará de ellos"
. Esta afirmación debiera ser una constante referida a los cristianos de todos los tiempos. Sea cual sea nuestra experiencia, lo propio de sus seguidores sería intentar retener a Jesús para que nunca se separará de ellos. Con Él, lo podemos todo. Sin Él, lo tenemos todo perdido.

 


«Es necesario que proclame el reino de Dios»
Palabras que deberían ser nuestras si de verdad nos convencemos que nuestra vida es nuestra fe, mostramos el amor que se nos ha dado y que no podemos guardarnos. Es un tesoro que debemos compartir para que a todos llegue el evangelio.

 

El sanador

Andábamos sedientos,
agitados por batallas
de esas que te gastan por dentro
Éramos los tibios,
los desalmados,
los insensibles.
Llevábamos puñales
en los pliegues de la vida,
para conquistar, por la fuerza,
cada parcela de nuestra historia.
Conjugábamos la queja
con la insidia,
sospechando unos de otros.
Ocultábamos las heridas
para no mostrar debilidad.

Alguien, un día, habló de ti.
Prometías paz, sanación,
encuentro.
La promesa despertó anhelos.
Queríamos creerlo.
Salimos a buscarte.

Al encontrarte deshiciste
los nudos que nos retorcían.
Destapaste las trampas
Sembraste optimismo,
gratitud, misericordia.

Y ahora somos nosotros
los portadores de un fuego
que ha de encender
otros fuegos,
para iluminar,
el mundo
con tu evangelio.


(José María R. Olaizola, SJ)

 


 

 

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