Al cielo

 


"Bienaventurada la que ha creído, 
porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá". 
(Lc 1,39-56).

 Son felices los confiados. Sufrimos los escépticos. Agobia y preocupa vivir en la exigencia, el control, el dominar la vida. Disfruta el que acoge la realidad tal y como viene. María nuestra madre, la que escucha la Palabra y la vive, es feliz, dichosa, bienaventurada, no porque su vida estuviera preservada de sufrimiento y tuviera privilegios especiales. María es dichosa y está alegre porque Dios está con ella siempre.


Celebramos la coronación de la obra de Dios en María. Dios la ha introducido dentro de su vida, la ha hecho partícipe de su gloria en el cielo, glorificándola. En ella se ha cumplido ya lo que los creyentes en Jesús esperamos alcanzar: la participación en la vida de Dios, la plena comunión con él.

“María, asunta al cielo, nos muestra el camino hacia Dios, el camino hacia el cielo, el camino hacia la vida”. San Juan Pablo II

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí” La Asunción de María al Cielo es una fiesta que confirma el Evangelio: Dios exalta a María que se declaró 'sierva del Señor'. Y nos muestra cuál es nuestra patria definitiva. Es muy reconfortante saber que hay lugar para nosotros en Dios si en nosotros hay lugar para Él.

Isabel, con alegría desbordante, ensalza a Dios porque siempre cumple sus promesas. Proclama que su prima María es bienaventurada por su fe en el Señor, pues todo lo que le ha comunicado se cumplirá. Así se convierte en garantía de éxito para todo creyente que confía en Dios.


El evangelio nos habla de ‘humildad’. Dejar protagonismo a otro, saber reconocer la pequeñez, proponer la grandeza del que verdaderamente la tiene, reconocer que los méritos son de otro, buscar la sencillez de vida, ser fiel a aquel que te llena, guardar un silencio que une… María, su pequeñez ha sido mirada y exaltada por la elección de Dios. María es exaltada pero renuncia a todo elogio para presentar a Dios. María no quiere protagonismos, quiere ser puerta que lleve a Dios. Dios la conoce, la elige, la llena de gracia y del Espíritu Santo por su humildad, por su sencillez, por ser la mujer que es.



Gracias, Señor, por las canciones de María.

Gracias por las canciones que haces brotar en mí.
Gracias por las músicas que haces resonar en la humanidad. Gracias, Señor.
María, Virgen del «Magnificat» 
ayúdanos a llevar la alegría al mundo
 

 

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