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Amigos y discípulos

 


“Una mujer, llamada Marta, 
le recibió 
en su casa”  
(Lc 10,38-42)

En este día en el que recordamos a Marta, María y Lázaro de Betania, especialmente queridos por Jesús, en cuya casa, quizá repetidas veces se hospedó Jesús. La liturgia de la Palabra nos centra en una profunda consideración sobre el amor.

El amor de Dios siempre va por delante. Por amor nos llamó a la existencia; por amor ofreció la salvación a la humanidad caída; por amor, envía a su Hijo, no para condenar, sino para salvar; por amor busca, reconcilia y acompaña, a los alejados. Y este amor hace a todos hijos. Y por esta condición filial, desea la salvación de todos.

¿Qué respondemos hoy a la pregunta de Jesús?

¿Cómo afrontamos los desalientos que el desamor genera?


María se sienta a los pies del Señor. Marta anda afanada con los muchos servicios. Son dos actitudes complementarias en la vida. Sentarnos a escuchar al Señor para que las actividades que realicemos sean conforme a su voluntad. Servir y no servirse.

 

Sácanos de nuestras casillas

A tu madre y tus hermanos les dijiste
que madre y hermanos son quienes cumplen la palabra.
A Pedro le reprochaste, con palabras duras, no comprender la cruz.
A Santiago y Juan les recordaste que los jefes deben servir.
Al joven rico le revelaste 
que se estaba convirtiendo en un pobre hombre.
A los cargados de justicia les desafiaste 
a que tirasen la primera piedra.
Al condenado le diste otra oportunidad.
Invitaste a tu banquete a quienes no tenían sitio en ninguna mesa.
A Marta, llena de afán y de prisa, 
la invitas a sentarse y escuchar tu palabra.
¿Qué le dirás a María, Señor? 
Tal vez que se ponga en pie y ayude.
Porque tú nos sacas del terreno familiar,
y nos abres la puerta de lo nuevo.
Tú, Señor, que siempre nos desinstalas.
Sigue sacándonos de rutinas y certidumbres,
de méritos y medallas, de seguridades y justificaciones,
para descolocarnos con tu evangelio,
una vez más, hoy y siempre.

(José María R. Olaizola, SJ)


 

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