Hacer el bien


"¿Qué está permitido en sábado?, 
¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?"
(Lc 6,6-11).

 

El hombre de la mano derecha paralizada es una persona incapacitada, dependiente, limitada. Su mano le impide tener autonomía, está replegado sobre sí mismo…Jesús le pide extender la mano. Salir de sí mismo y abrirse las relaciones.

Las intenciones perversas siempre encuentran caminos para obrar inicuamente, incluso apoyándose en las leyes. Habría que plantearse también hoy: ¿Qué permiten las leyes? ¿Hacer el bien o el mal? Escudarse en las leyes para obrar mal es injusto, deshumaniza y arruina la vida.

«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?». Cuantas veces nos atrapamos en historias que nos alejan de la relación con Dios y los demás. Hagamos de nuestras vidas reflejo del bien que acerca a los alejados a la misericordia del Padre.


Hoy, cada día de nuestra vida tenemos que volvernos a preguntar, como Jesús, qué hacemos con él. El bien o el mal, salvar el amor, la alegría o vivir en el rencor y el miedo. Esa opción por hacer del amor y de la entrega la opción de nuestra vida es la que nos lleva al siguiente nivel. Es lo que nos va haciendo semejantes a Él. Otros cristos que el mundo necesita frente al sinsentido y al dolor.

Es el prójimo el que marca la decisión, su necesidad nos pone en marcha para servir. No es una decisión desde el 'me gusta' sino desde el 'quiero', desde el servicio, desde el cuidado y la ayuda. No podemos permanecer indiferentes desde el cumplimiento de la norma ante la situación del prójimo. Mirar al corazón del prójimo y no a la letra del precepto como criterio de discernimiento.
 

Danos, Señor, esa delicadeza para estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos.
Ayúdanos a comprender las penas ocultas.
Haz que comprendamos lo que tú nos pides cuando nos pides algo.

Extendamos la mano ante la llamada del Señor, hacia el pobre y el desvalido, para socorrer al débil, y el Señor actuará.

Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis.
Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis en nuestras mentes, que nos impiden ver tus nuevas presencias en la historia. 
Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis en nuestros corazones, incapaces de amar. 
Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis en nuestras lenguas, incapaces de anunciarte a los hombres. 
Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis en nuestras manos, incapaces de alargarse a los que nos necesitan. Señor: somos muchos los que sufrimos parálisis en nuestros pies, incapaces de ir a buscar al hermano perdido o a anunciarle tu Evangelio.
Señor: ¿no podías sanar hoy todas estas nuestras parálisis?
 

 

 

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