Si quieres
Vivir siempre mancha. Nos manchamos por el sufrimiento propio y de los demás. Nos ensucia la maldad, el miedo, la desconfianza, desde nuestros orígenes. Adán y Eva discutieron y se culpabilizaron. Caín mató a su hermano Abel. Toda la tierra se ve envuelta en conflictos e injusticias. Nuestra esperanza es que creemos en un Dios que al pedirle se acerca a la humanidad herida y nos socorre, nos limpia, nos sana, nos da vida eterna. Y nos envía a colaborar con él.
"Si quieres, puedes limpiarme". Un Dios que respeta tu voluntad, tu libertad, tu proceso personal... pero necesita de tu permiso para transformar tu vida. ¿Le dejas?
Jesús continúa pasando a nuestro lado y espera la misma petición: «Señor, si quieres…» porque desea la salvación de aquel que sufre en el cuerpo y la de aquel que tiene el alma enferma
"Señor, si quieres, puedes limpiarme… y lo tocó" Digámosle tú y yo también:
"Señor, si quieres, hazme santo... ¿Quieres que sea santo? ¡Sé que quieres! Y, si Tú lo quieres, y lo quiero yo, ¿por qué no me tocas, como al leproso, y me santificas?"
Señor ten piedad de mí límpiame, purifícame de toda culpa, revísteme de tu santidad, para que siempre esté dispuesto a seguirte a todas partes, dando testimonio de la alegría con la que colmas a los que acogen tu misericordia.
Para que Dios actúe en nosotros, lo primero que debemos hacer es pedirlo. Tenemos que tener una disposición interior a recibir su acción en nosotros. La fe se hace vida cuando nos disponemos a caminar con él y aceptar el camino.
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