Los frutos

 


"Por sus frutos los conoceréis"
(Mt 7,15-20)

«Cuidado con los profetas falsos» Vivimos tiempos propicios para los agoreros que anuncia el mal, sobre todo cuando no entramos en el pensamiento único que se quiere imponer. La libertad del hijo de Dios nos lleva a la apertura de mente y a la cercanía solidaria con el hermano.

El acierto o el error en nuestras vidas no dependen de nuestra propia percepción. El éxito o el fracaso no dependen del aplauso o de la crítica. Son los frutos que ofrece nuestra vida la única prueba digna de credibilidad. Cuando a Jesús le preguntan si es el Mesías, su respuesta a Juan es: "Id y decidle a Juan lo que estáis viendo, los cojos andan, los ciegos ven, y a los pobres se les anuncia el Reino de Dios”.


"Por sus frutos los conoceréis".
Para Dios no cuentan las palabras o las buenas intenciones... Lo que de verdad cuenta a los ojos misericordiosos de Dios son las obras, el compromiso efectivo de la fe. Todo lo demás puede ser un trampantojo tras el que esconderse. Pero nada puede ocultarse a los ojos de Dios.

Seguro que estás buscando fruta de temporada: sandía, melón, cerezas... Da lo mejor de ti mismo, para que el mundo disfrute de tu mejor versión. Dios confía en ti...

Los frutos son lo convincente. Los resultados son incuestionables. Estamos llenos de buenas intenciones y bonitas palabras que pueden quedar en nada, sino se acompañan de obras que muestren la verdad de lo que se dice. La acción compromete, los discursos entretienen.


"Por sus frutos los conoceréis" 
Frutos como la bondad que se da sin pensarlo, la ternura que se vive sin saberlo, la caridad de corazón. Son frutos que cuestionan al que los recibe y que conducen al Señor que mueve desde el corazón al que los hace posibles. Que nos conozcan por nuestros frutos pero sobre todo que lo conozcan a Él, el único importante.

Somos pequeños árboles

Señor, Jesús, somos pequeños árboles
junto a la corriente del Rio de tu gran amor.

Sólo tú nos das fertilidad,
solo tú sabes donde podar nuestras vidas para sanarlas,
para cubrirlas de flores,
para poder llevar a cada rincón de la tierra
frutos que sanen el hambre de aceptación y cariño
que hay en el corazón de cada persona.

Labrador paciente y generoso,
tú nunca te cansas de darnos tiempo para madurar.


(Mariola López Villanueva, rscj)
 

 

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