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Ánimo, levántate y camina

 


«Coge la camilla y echa a andar»
 
(Mc 2,1-12)

Cuatro le llevan a Jesús un paralítico. Se las ingenian para poder llegar hasta él porque no quedaba sitio. Jesús ve la fe de esas personas y perdona y cura a aquel paralítico. El cuidado, la búsqueda y el interés por los demás, es intercesión ante Dios.

Jesús propone la palabra. Esto atrae a tantos que no queda sitio. Es una propuesta atrayente. Tanto que traen a un paralítico. Alguien que no puede ir a él por si mismo. Lo llevan quienes han sido atraídos. La fe se transmite por contagio. Y pone en movimiento

“¡Levántate! ¡Ponte en pie y camina!” A nosotros hoy también nos invita Jesús a ponernos en pie, dejando atrás lo que nos paraliza Nos lo dice hoy, no cualquier persona, sino la Voz de Poderosa de Jesucristo, que nos renueva la fuerza y nos conduce hacia un futuro maravilloso. Requisitos: Fe y docilidad. 

Jesús perdona los pecados y nos pone de píe ante nuestra historia y en medio de nuestro mundo. Me abro a tu perdón, Jesús. Deseo aprender a perdonarme y a curarme para que no me duela nunca perdonar a los demás. “El amor no lleva cuenta del mal, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13).

Su Palabra llena de dignidad a los hombres y mujeres de este mundo La persona en el centro, pensar en él como persona que necesita ayuda, cuidado y perdón. Es perdonado, curado. Para que se levante, para que recupere la dignidad, para que sea él de nuevo. La persona en el centro, no las normas, la tradición, la costumbre. Jesús nos muestra el camino, las personas lo primero.

«Nunca hemos visto una cosa igual» Lo que acontece alrededor de Jesús rompe lo previsible, siempre resulta imprevisible y desconcertante. Cuando se nos vuelve previsible es que le hemos sustituido por nuestra idea de Dios. Cuando Jesús actúa es único, irrepetible, su proceder nos atrae y fascina, es lo nunca visto Hemos perdido la capacidad de asombrarnos, todo nos parece igual y sin importancia. Hoy nos recuerda que cuando lo descubrimos y somos capaces de escucharlo, vuelve a nacer en nosotros la ilusión que calienta nuestro corazón y lo llena de vida.

Jesús invita a todo paralítico a la libertad, a caminar sin muletas, a sacar la palabra propia que Dios ha puesto en cada corazón. Por donde Jesús pasa florece la vida y crece la esperanza.

Que la piedra con la que tropezaste se convierta en parte de tu reconstrucción. Que las lágrimas por tus errores rieguen nuevos campos de flores. Que el Buen Alfarero amase tu barro agrietado hasta sacar la vasija más hermosa...


Por los que no pueden ir hacia Jesús, por los que le buscan si saberlo, por los que hoy, Jesús irá casualmente a su encuentro: digamos:¡Señor, te piedad!

¿En qué situación vital me encuentro: estoy paralítico o estoy cargando a un paralítico en la camilla?

 

Y sólo ahí,
una vez que has tocado un poquito de suelo,
entonces te das cuenta de que es en ese lugar,
en ese espacio de la fragilidad,
del dolor y de la duda; en ese rincón
en el que te sientes desprotegido y vulnerable,
donde habita tu Dios de la cruz,
del camino, de la pobreza.
Y sólo ahí descubres que Dios siempre está sobre aviso,
que a veces te quita el dolor y te pone la cena,
aunque en ocasiones tengas que dar la vida, una y mil veces.
Sólo ahí descubres que al caer estás siendo abrazado,
y que en todo lo que ves se asoma
la imagen de una creación buena;
y que por debajo de todos los ruidos
hay una canción de amor de Dios por el mundo;
y que en muchos roces hay una caricia que despierta la esperanza…
 

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