Te seguiré

 


"Te seguiré adondequiera que vayas".
(Lc 9, 57-62).
 

Además de los Doce había también otros que querían seguir a Jesús, aunque no siempre sabían con claridad lo que significaban en el fondo "seguirle".

Seguir a Jesús supone un cambio radical de vida. Supone avanzar, emprender con decisión la vida, quedar libre de todo peso que pudiera retrasar la marcha. ¿Quiénes son tus ídolos en la vida? ¿Te gustaría formar parte del equipo de Jesús? ¿Sientes algunas resistencias hacia Jesús? Si eres una persona pacífica, comprometida con tu familia, cumples como creyente, entonces quizá estás siguiendo a Jesús.

La urgencia del anuncio necesita de seguidores que no se aferren a nada, es decir, con total confianza y libertad ante los bienes y riquezas. Que tampoco se aferre a lo que ya no tiene vida aunque haya que romper costumbres y tradiciones, y tiene que estar dispuesto a no depender de los lazos familiares pues los lazos de la fe requiere de gente decidida que no miren hacia atrás.
¿Seguimos así a Jesús, nosotros los Cristianos del siglo XXI?
¿Será que veintiún siglos de costumbre nos ha quitado esa sensación de exigencia, de urgencia de hacer presente el Reino de Dios?
A decir verdad no somos verdaderos discípulos hasta no recorrer todo el camino, hasta no sentir la contradicción, la cruz, el Golgota.

 


Tú solo sígueme

Desde la primera vez que me llamaste
han pasado tantas cosas, Señor.
He atravesado tramos de mi historia
en los cuales me parecía volar
con alas ingrávidas y ligeras.
Pero también etapas
en las que lo único que podía hacer
era avanzar lentamente,
arrastrándome,
perdido en un sinfín de laberintos.
Reconozco que tengo
un manual de excusas y justificaciones…
y algunas bajo especie de bien y santidad.
Y a pesar de todo,
a pesar de conocer
mi biografía de caídas, pretextos y evasivas,
otra vez vienes y me dices:
«No importa. Tú, sígueme.
Con prontitud. Ahora, no mañana.
Despójate de evasivas
que hieren tu alegría más profunda».
A ti, Señor, no te pesan nuestros altibajos
ni siquiera nuestras idas y venidas.
Lo que te molesta son
nuestras soberbias, orgullos y autosuficiencias.
Si hay que mirar atrás sea solo
para agradecer los surcos abiertos
y aprender de los tropiezos.
Solo me pides ser fiel,
pero sin tu gracia no será posible;
fiel cuando me sienta en alegre marcha;
fiel cuando vaya a remolque a ras de suelo
con la afrenta de mi propia imagen rota.
Y tu voz siempre de fondo:
«Deja todo eso en mis manos
y orienta el arado hacia delante.
Necesito nuevos hombres y mujeres
que quieran sembrarse como grano de trigo,

como semilla de mostaza diminuta.
No te preocupes por nada.
Te estoy agarrando fuerte y nunca te soltaré.
Tú, solo, sígueme».

(Fermín Negre)

 

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