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Cambiar de vida

 

 


”Rema mar adentro". 
(Lc 5,1-11) 
 
Comienza un nuevo curso y en el Evangelio Jesús nos invita: 
"Rema mar adentro, y echad las redes para pescar". 
No tengas miedo, deja la seguridad de la orilla. 
Estoy contigo. 
¿Qué puede ir mal estando Yo a tu lado? 
Ojalá, como Simón ( Pedro) podamos 
decir todos los días de este curso, 
a pesar de las dificultades y fracasos:

"Por tu palabra, echaré las redes".

Por tu Palabra caminaré cada día.
Por tu Palabra seguiré adelante.
Por tu Palabra no dejaré que la tristeza 
y el desánimo se apoderen de mi.
No temas.
Inténtalo de nuevo.
Rema mar adentro. 
Ensancha horizontes. 
Descubre nuevas rutas. 
Confía...
Remar mar adentro y echar las redes están relacionadas.
Adentrarnos en la confianza de quien nos llama 
para hacer lo que nos pide.
Nuestra inseguridad la saciará con la fe.
Nuestra disponibilidad la llenará de abundancia.
La red no es nuestra.
La pesca es suya.
Dejar todo, por el Todo, 
para que todos encuentren plenamente todo, en nuestro Todo: 
Jesús, Camino, Verdad y Vida.
 
“Hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada”.  

Claro; estabas pescando tu solito. 
 Pero ahora Jesús está en tu barca. 
“Por tu palabra echaré las redes.” 
 Ahí estás, convertido en marinero del Señor. 
 ¡Qué gran pesca!  
La hora de Dios llega cuando obedeces.
 
El encuentro con Jesús cambia radicalmente la vida, 
eso es lo que le ocurrió a Pedro 
y a quienes siguen la voz de Jesús 
que invita a salir de la zona de seguridad 
y caminar en fe y esperanza a su lado. 
Su palabra anima a vivir apasionadamente 
la experiencia de su amor 
y a gastar la vida en su servicio. 
 
Tu gloria es que yo viva, mi Dios.
Tu proyecto, que no me quede en lo superficial. 
Envíame tu Espíritu para que me enseñe a vivir.  
 
 
Señor, Tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la Buena Nueva, para sanar las almas.
Instrumento de paz y de justicia, 
pregonero de todas tus palabras, 
agua para calmar la sed hiriente, 
mano que bendice y que ama.
 
Señor, Tú me llamaste para curar los corazones heridos, 
para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo. 
Señor, Tú me llamaste para amar los hombres que tú, Padre, 
me diste como hermanos, 
para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. 
Señor, me quieres para abolir la violencia
y aliviar la miseria; hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño. 
Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo. 
Amén.

 

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