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Un regalo

 


“Mi paz os doy”  
(Jn 14, 27-31ª)

El coronavirus nos ha enseñado la fragilidad del Estado del bienestar, esa forma de organización del Estado que nos hace creer que tenemos la vida solucionada. Que, aunque sobrevenga el paro, la vejez, la enfermedad y cualquier otro mal, el Estado siempre estará al quite para que podamos vivir tranquilos, en paz. Era una ilusión.

La Paz no es un estado de desconexión de la realidad. De aislamiento de dificultades. De alejamiento de relaciones. De negación de sufrimiento. La Paz es vivir en medio de cada situación, encuentro, dolor, con esperanza, cercanía, y superación.

La paz que nos das comienza dentro y se expande a todo lo que vivimos. La que nos da el mundo es la ausencia de conflictos fuera. Que todo sea ideal, fácil, amable. Pero la realidad no se puede maquillar, ni edulcorar. La conflictividad, la persecución, estuvieron presentes en la vida de Jesús, y lo vivió con la paz que nos da.

 El odio ha llevado a Jesús a la muerte, pero no se ha adueñado de su corazón. Presiente el momento final; tiene a sus amigos delante. Les habla desde el corazón y desde la experiencia que tiene del amor del Padre. Envueltas por una fuerza y emoción extraordinarias, sus palabras son de paz, de ánimo. Es la paz lo que deja como regalo a los suyos. 

Pregúntate hoy se dejas una semilla de paz en los que te rodean

La paz que nos trae Jesucristo no es "como la da el mundo", no está basada en seguridades materiales, que, por propia definición, son caducas, sino en la seguridad de la vida eterna. Por eso, que no tiemble tu corazón ni se acobarde ante las dificultades propias de la vida. Él está a nuestro lado, él nos da su paz.

La paz que regala el Señor tiene que ver con saberse sostenido sobre firme en medio del caos.

Porque la paz no es la ausencia de problemas, sino la presencia de Él en tu vida. Cuando creas que no puedes más o que todo va en contra, deja que Él inunde tu corazón y coja las riendas de tu vida.

La paz que regala el Señor tiene que ver con saberse sostenida sobre firme en medio del caos.

Todos buscamos paz, la clave está ¿dónde la buscamos? Detente ante el Sagrario cada día y la encontrarás.

 

Cada mañana abriré mi ventana a tu paz, Señor. Y cuando en la noche el ruido de la violencia llame a mi puerta, también abriré mi corazón a tu paz. 

Danos, Señor, tu paz. No la del mundo, tan frágil y limitada. La paz que es el fruto del Espíritu Santo y que nos inunda la vida cuando le dejamos las riendas a él. Danos la paz. La paz nuestra de cada día, dánosla hoy.

Padre Bueno y Misericordioso, que sin méritos nuestros nos envías, como enviaste a tu Hijo Jesús.
Danos tu Espíritu de Paz, tu Espíritu de Amor, tu Espíritu de Fortaleza, para que seamos astutos, confiados y fieles colaboradores de tu misión.


 

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