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Mirar a lo alto

 


"El que me ha enviado es veraz, 
y yo comunico al mundo 
lo que he aprendido de él” 
(Jn 8,26)  

Lo que Jesús hace está lleno de Espíritu y manifiesta el obrar del Padre. El Espíritu de la verdad lo impulsa, lo motiva, lo alienta, da pleno sentido a su acción comunicadora y liberadora. Jesús comparte con nosotros su forma transparente y valiente de vivir. Y cuando acogemos el amor de Jesús que es lo que nos iguala a todos, ¿cómo no comunicarlo a otros?

 Para no morir hay que creer. La fe da vida. Una fe que es respuesta y es don. La fe comienza por el agradecimiento que le damos a Dios por ese don que nos permite buscarle, escucharle, sentirle, conocerle, seguirle y amarle.

Jesús nos habla de diversas maneras, intentando elevar nuestra mirada hacia la Meta Eterna. Felices seremos si sintonizamos con  su llamada divina.

La identidad de Jesús la encontramos en la cruz. En ese derramamiento de amor por el género humano, escuchamos el resonar de un “Yo soy” que ha recorrido los senderos de la historia. En la cruz encontramos la vida, la misericordia y el consuelo de un Dios Amor.

 Mirar a lo alto, mirar a quien va a ser levantado en lo alto de la cruz. Esta será para nosotros la gran señal de que Dios nos ama.


Frente al atractivo del relativismo y la mundanidad, basado en el poder y en el tener, en la Cruz de Cristo se esconde toda la fuerza del amor de Dios, un amor que nos libera de la esclavitud del pecado y de la muerte y nos reviste de Vida eterna.

Hacemos la señal de la cruz como memoria tuya, Señor.

 

En tu cruz, Señor, sólo hay dos palos,
el que apunta como una flecha al cielo
y el que acuesta tus brazos.
No hay cruz sin ellos y no hay vuelo.
Sin ellos no hay abrazo.
Abrazar y volar. Ansias del hombre en celo.
Abrazar esta tierra y llevármela dentro.
Enséñame a ser tu abrazo.
Y tu pecho. A ser regazo tuyo
y camino hacia Ti de regreso.
Pero no camino mío,
sino con muchos dentro.
Dime cómo se ama
hasta el extremo.
Y convierte en ave la cruz que ya llevo.
¡O que me lleva!
porque ya estoy en vuelo.

(Ignacio Iglesias, sj)


 

 

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