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Ungidos por el Espíritu

 


“Hoy se cumple esta Escritura 
que acabáis de oír”. 
(Lc 1,1-4.4,14-21).

 

El evangelio de Lucas comienza con la resolución de escribir lo que transmitieron testigos oculares y servidores de la palabra para conocer la solidez de las enseñanzas. Una Palabra que ha recorrido la historia, que se ha hecho vida en tantos testigos y maestros.

Inmediatamente Jesús despeja todas las dudas sobre lo que ha venido a hacer: está aquí para quitarle al hombre todo lo que le impide florecer, para que a todos les quede claro lo que es el reino de Dios: vida en plenitud, algo que trae alegría, que libera y da luz.

La Palabra se hace realidad y cambia el mundo. Espíritu y Palabra son verdad en Él. Él es la Palabra, el Espíritu lo mueve para transformar la humanidad. Él, Espíritu y Palabra, libera, cura, anuncia un año de gracia para los más necesitados

Caminamos a la luz de una Palabra que es alguien. Es Cristo quien habla de forma viva y eficaz en si palabra. Y la ofrece, y se regala en ella. A los que la acojemos se nos abre un horizonte de amor y confianza. Vemos ante nuestros ojos que se cumple el milagro, de oír cuando estamos sordos. De ver cuándo nos sentimos ciegos. De sentirnos muy amados cuando se acerca la soledad.

También yo he recibido desde el bautismo la naturaleza de ser hijo de Dios y, con eso, la condición y vocación de ser como Jesús.Pero, ¿trato de vivir esa vocación y realizarla a favor de los pobres?

El Señor nos ha dado su Espíritu para ser alivio y consuelo de los hermanos que sufren, para ser fortaleza y sustento de los que ya se doblan, para hacer presente el amor de Dios a los que están solos, tristes y abatidos. Que nos encuentren siempre disponibles para servirles.


El Espíritu del Señor está sobre mí,
el mismo Espíritu de Dios,
El Espíritu que une al Padre y al Hijo,
el Espíritu que animó, fortaleció y alegro la vida de Jesús.
Gracias, Señor, por el don del Espíritu, el regalo más grande que puedo recibir.
Que mi corazón esté siempre abierto para acogerlo.

El Espíritu me ha ungido,
ha iluminado mi mente,
ha llenado de amor mi corazón,
ha fortalecido mi voluntad,
me ayuda a aceptar las limitaciones propias y ajenas,
me ofrece la posibilidad de ir más allá de mi pobreza.
Gracias Señor.

El Espíritu me ha enviado,
no me encierra en ni comodidad egoísta.
Me capacita para dar la Buena Noticia a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor,
para que todos puedan sentir la misericordia y la ternura de Dios.

Señor, gracias por tu Espíritu, por contar conmigo.
Estoy dispuesto para dejarme la piel en esta misión.
Aquí estoy. Envíame.


Descansa. Recupera el aliento. Toma conciencia de quién eres, de tu vocación y tu misión. Asiéntate sobre la roca que nos salva. Entra y medita en tu corazón de forma serena, sencilla, honda. Deja que la Palabra de Dios te ilumine por entero con su Espíritu. Nútrete de su Cuerpo.

 


Jesús, Señor de la Palabra y de la vida,

en este domingo de la Palabra de Dios,

te bendecimos por tu presencia, misericordia,

lealtad y amor por nosotros.

Es un Dios fiel como dices

a través de la Sagrada Escritura.

En sus páginas tenemos la Palabra de salvación

que ilumina la existencia de todo creyente,

el soplo que nos impulsa hacia la esperanza y la alegría.

Tu palabra, Señor, es fuerza y ​​lucha, es sal,

es ligero y está fermentado. es paz y armonía,

es una llamada juvenil que invita a la alegría.

Haznos valorar, leer y meditar la Palabra de Dios

en el que se recoge la historia de la salvación

lo que has logrado con la humanidad.

Enséñanos a ser dóciles con ella

y saber predicar con gozo

para que todos puedan conocer y vivir

la Palabra de salvación que contiene.

Porque tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Amén.


 

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