Boca a boca

 


“Tú eres el Hijo de Dios, 
tú eres el Rey de Israel”. 
(Jn 1, 43-51).

“Hemos sido buscados para que pudiéramos ser encontrados; una vez encontrados, podemos hablar. No vayamos con soberbia, porque antes de ser encontrados andábamos perdidos, y hemos sido buscados. Y que aquellos a los que amamos y deseamos ganar para la paz de la Iglesia católica no vuelvan a decirnos: ¿Por qué venís a buscarnos si somos pecadores? Precisamente por eso os buscamos, para que no os perdáis; os buscamos porque también nosotros hemos sido buscados; queremos encontraros porque también nosotros hemos sido encontrados.” (San Agustín)

El seguimiento nace de “un boca a boca”. Si nos convence algo, hace que lo digamos. Mejor con pocas palabras. Sobre todo con la vivencia. Felipe no le da un discurso a Natanael, lo invita a conocer a Jesús. A Jesús sólo lo seguimos desde una experiencia encuentro.


«Sígueme.»
 El camino es nuevo, la comodidad del 'siempre ha sido así' no tiene cabida en este viaje. Resuena su propuesta y damos un salto, salimos a los caminos de este mundo para que Él camine con nosotros. El seguimiento es constante, diario, hoy, ahora y aquí.

 

 

El paso de Jesús por nuestra vida motiva encuentros e impulsa a caminar juntos, en Iglesia sinodal. “Nuestro “caminar juntos” es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios peregrino y misionero… Una Iglesia sinodal es una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera, «con las puertas abiertas»” (Documento preparatorio. Sínodo 2021-2023).

“Enséñanos el camino,  muéstranos cómo alcanzar la meta. No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos. Condúcenos a la unidad en ti,  para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia” (Oración del Sínodo).

 

 Ven y verás

Ven.

Así empieza todo.

Sal.

Acércate.

Sígueme.

Muévete.

No esperes.

No negocies.

No exijas.

Atiende.

Escucha dentro.

Fíate

del deseo

más hondo

que te habita.

Deja que la sed te guíe.

Ven.

Y verás.

El amor sin condiciones.

Una justicia inmortal.

La misericordia inesperada.

Una amistad invencible.

El mundo al revés.

La compasión fecunda.

El poder estéril.

La debilidad más fuerte.

La verdad desnuda.

Y el espejo de unos ojos

que cuentan tu historia

como nunca la imaginaste.

(José María R. Olaizola, sj)

 


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