El placer de servir

 


«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.» Marcos (10,35-45)

El tratar de ser primeros, sin importar cómo y a costa de quién, no es “muy cristiano”. Jesús nos enseñó a ser humildes por amor a Dios. Desecha la vanidad

Los sitios reservados son para otros. Los primeros puestos para los más cansados y olvidados. El verdadero privilegio es el servicio, la entrega generosa y total de la vida a aquellos que nadie sirve, que están solos, que nadie atiende.


La vida cristiana no conoce más camino que el servicio a las demás personas, el que ha recorrido Jesucristo y el que nos ha enseñado a quienes acogemos su invitación para seguir sus pasos y gozar siempre de su compañía.

En Esta Festividad de San Ignacio de Antioquia, que este santo padre de la Iglesia nos ayude como dice el evangelio de hoy a no dejarnos arrastrar por la ambición, sino por la humildad del servicio al prójimo y especialmente a Jesucristo y como él hizo.

 


El placer de servir

Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.
Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.

Aquel que critica, este es el que destruye, tú sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: «El que Sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?


(Gabriela Mistral)

 


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