Anunciar y testimoniar

 

"Los fue enviando".  
(Mc 6,7-13)

El Evangelio de este domingo se centra en la llamada de los Doce y, por tanto, en la vocación, que no es más que dejarse aferrar, conocer, buscar y encontrar por Dios, que pasa por las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblos y llama a la puerta de nuestras casas. En esta festividad de san Benito que el santo patrono de Europa nos ayude como dice el evangelio de hoy a que vivamos, anunciemos y testimoniemos la alegría del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y así ser sus discípulos misioneros

Jesús les da autoridad. Su Palabra es poderosa, tiene el aval de ser 'Palabra de Dios'. Así los gestos se convierten en transformadores. El amor con que llenan sus encuentros hace presente a aquel que nos amó hasta el extremo.


Condiciones del envío: ir de dos en dos porque la misión es compartida; llevar bastón para los momentos de cansancio; sin pan, alforja ni dinero porque lo material es medio no fin; con sandalias porque el evangelizador no es mendigo; sin túnica signo de austeridad.

El mandato del Señor de no llevar nada para el camino habla de una libertad que permite apoyarse en Dios. No llevar nada es ir uno mismo. Lo demás ya aparecerá.

La Buena Noticia es para todos. Nadie ha de quedar al margen de la enseñanza liberadora de Jesús. Nadie queda excluido del amor de Dios. Es necesario llegar hasta el último rincón del mundo

 


Cristo total (fragmento)

Jesucristo, nos dirigimos a Ti,
no como a un lejano horizonte.
Tú estás cerca, eres el alma de nuestra alma,
la intimidad de nuestra intimidad.
Siempre estamos contigo,
porque somos carne de tu carne;
somos tu cuerpo.
Todo lo que sucede en el mundo,
sucede dentro de nuestro Cuerpo de Cristo.
Cada acto repercute en todos y cada uno.
Nuestra pequeña tarea,
nuestro esfuerzo minúsculo,
tiene una potencia infinita
porque es una gota en el caudal
que empuja la turbina.
Por esto el mundo es sagrado:
la calle está llena de Cristo.
Reverentemente hay que recoger
todas las migajas de hombre,
porque allí estás Tú, Jesucristo.
Si supiésemos ver, todo sería un éxtasis.
Te amaríamos también
en estos miembros magullados
de tu eterna crucifixión.
Gracias, Señor,
porque aun nuestra tarea profana
es un gesto tuyo.
Para hallarte no hay que retirarse en el egoísmo;
por el contrario, hay que sumergirse más en las cosas,
hasta lo más profundo:
exprimirlas hasta que gotee tu presencia.

 

(Luis Espinal, sj: Oraciones a quemarropa)


 

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