Mirar y escuchar

 


"Yo y el Padre somos uno". 

 (Jn 10, 22-30).


Seguimos en Pascua contemplando al Resucitado que nos repite que el buen pastor conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen. Es la lógica del amor de Jesús que ha perdido la cabeza por cada uno de nosotros... La oveja perdida, el hijo pródigo, el joven rico, María Magdalena... Él nos conoce y quiere que nosotros le conozcamos a fondo.

Él nos amó primero y quiere nuestra respuesta de amor partiendo de nuestras pobrezas.
Es preciso fiarse de su Amor y vivir con el convencimiento de que nada ni nadie nos podrán arrebatar el Amor de quien nos quiere siempre con su muerte y resurrección.

"Yo y el Padre somos uno"

Lo que nunca aceptaron los paisanos de Jesús es que se considerara Dios, y eso mismo lo seguimos viviendo en nuestros días. Sólo podemos creer en los diosecillos que somos cada uno de nosotros y no vemos las obras de Dios en nuestras vidas. ¿Dónde está el Padre justiciero y terrible que algunos se empeñan en hacernos tragar? ¿Quieres saber cómo es tu Padre de bueno? Mira a Jesús. Sus obras hablan de cómo te quiere Dios.

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna»

Todo creyente necesita escuchar a su Señor. Y para poder hacerlo, necesita crear ese silencio interior que permita que la voz del Señor resuene en nuestro corazón Mirar y escuchar para ser con Él.
Mirar con ojos de amor y misericordia, con verdad y profundidad.  Escuchar sin miedo para responder, con atención para no dejar nada fuera de lo que Él nos propone. Escuchar nos hace más humanos pero hacerlo no es tan sencillo. Necesitamos desarrollar la paciencia, la atención, hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón

Quien se resiste a creer no necesita pruebas, sino saber acoger con fe lo que no se puede probar. Las palabras no persuaden y las obras no convencen. El testimonio no cuestiona y la experiencia no crea sabiduría. Queda Dios, para quien no hay imposibles.


"Nadie las arrebatará de mi mano".

Tú, Buen Pastor, das la vida para que nada, ni nadie, nos separe de ti. Tus obras, tus gestos, tus palabras, dan testimonio de ti.  Reflejan lo que eres. De lo que tienes lleno el corazón habla tu boca. Alegra profundamente saber que aunque me pierda, me aleje, me olvide, tu presencia y compañía seguirán mis pasos hasta que te encuentre.


 

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