¡He cumplido!

 


"Todo está cumplido" 

(Jn 18, 1 - 19, 42)


En la Cruz nos ha amado sin límites ni medida, con amor infinito.
Nadie nos ha amado así. Gracias por tanto.

La cruz de Cristo expresa amor, servicio, entrega sin reservas: es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante.  (Francisco)

Nuestra vida tiene muchas piedras en el camino, muchos momentos dolorosos, infinidad de cruces. ¿Sabemos cómo actuar en cada caso? Y... ante la Cruz de Cristo... ¿cuál es nuestra respuesta?

Miro a Jesús en la Cruz y se callan todas mis quejas; camino del Calvario y mis pasos se vuelven más ligeros.
Miro a María sosteniendo al Hijo y sé que también estoy llamada a sostener a los caídos.
Jesús es un libro abierto para aprender a vivir como hermanos, como hijos de Dios.

Jesús pone el mundo al revés y convierte la cruz en un abrazo de amor.

Él tiene una sed de amar que no puede contener. No nos salva la cruz, nos salva el crucificado y el amor que le llevó a la cruz donde abrió los brazos a todos. Abramos los brazos, devolvámosle el abrazo, démonos como Él lo hizo, por amor.

La muerte no es el final. Culminará en el amanecer de una nueva vida y una nueva esperanza. Hoy hay muchas personas que viven en la desesperación más absoluta. Tendámosles la mano. Intentemos con nuestra presencia, abrir un hueco para la luz y la esperanza en medio de su noche.

Miramos a Jesús Crucificado

Hoy, viernes santo, miramos tu cruz
levantada en lo alto del monte.
En silencio adoramos tu ofrenda al Padre.
Todo lo tuyo nos habla de amor:
Tus brazos extendidos, abrazando a todos/as.
Tu cabeza inclinada, abandonada en las manos del Padre.
Tu rostro de Siervo sufriente tan desfigurado.
Tu costado abierto, regando la tierra con sangre y agua.
Lo has dado todo y te has quedado abierto, pobre y pequeño.
Nos amas sin lógica, sin medida, sin nada a cambio.
Nos amas porque lo tuyo es amor fiel.
Te miramos y te vemos humano, muy humano.
Tanto amor tuyo, sembrado en nuestro pecado, nos deja sin palabra.

 


Nos acercamos a los crucificados

Hoy, viernes santo, nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.

Jesús acogemos en nuestro corazón
a tanta gente crucificada en la que tú sigues habitando.
No permitas que la indiferencia y el egoísmo
cierren nuestras entrañas a su dolor.
Que su fortaleza y esfuerzo para sobrevivir
en medio del sufrimiento nos interpele.
Que su creatividad que desafía los imposibles
y su solidaridad sin límite nos desinstale.
Que podamos aprender con ellos
los caminos nuevos de la fraternidad y de la paz.



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