Tocar a Jesús

 



«Todos los que sufrían se le echaban encima para tocarlo»
(Mc 3,7-12)
 
"Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago"
Cuando nos retiramos no estamos solos, los demás están con nosotros, con ellos vivimos nuestra fe, de ahí que tomar distancia no es alejarnos sino ver mejor su presencia entre nosotros
 
Acudamos a la fuente de la vida y de la salvación.
¿Me acerco a Jesús cuando sufro?
 
A veces no entendemos que el otro también sufre, que está librando su propia batalla.
Vivamos atentos a quienes nos rodean.
No cerremos los ojos ni los oídos ante las lágrimas o los lamentos del prójimo. 
Son llamadas al amor que anida en nosotros, deseoso de darse, de expandirse.
 
¿Somos capaces de renunciar a nuestra comodidad para abrir caminos de amistad con el desprotegido, el solitario o perdido en esta sociedad?
El amor se manifiesta en obras, disponibilidad, tiempo compartido, esfuerzo y renuncia por el bien del hermano más vulnerable y necesitado.
 
Habían oído decir que transformaba la vida, que una vez que le has descubierto todo adquiere otro color.
Estaban seguros que sería inolvidable.
Querían tocarlo y que su vida se llenará de alegría.
Le buscaban... y tú ¿le buscas?
 
La necesidad de tocar nos acerca, nos sumerge en el mundo de la persona que es tocada.
Tocar a Jesús es entrar en su vida, sus inquietudes, sus deseos.
Es experimentar su presencia y su sanación.
Tocar a Jesús es ser tocados por él.


Vivir la verdadera caridad

Oh, Jesús,
que has acogido a cada hombre
en su condición para elevarlo
a la dignidad de hijo de Dios,
haznos capaces de vivir la atención
al prójimo para dar testimonio creíble
de ti, Verdad que libera.
Oh, Espíritu de amor,
que nos revelas el rostro de Dios,
haz resplandecer en nosotros la imagen
que Dios nos ha donado
viviendo en la verdadera caridad
y acogiendo a cada persona como
hermano. Amén.

(Padre Renato D´Auria)

 


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