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Vida




«El Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, 

entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta» 

(Mt 16, 21-27)

Ser cristiano es una fiesta, un gozo maravilloso, pero sólo para los hombres que esperan y viven la gran paradoja que Jesús mismo vivió: la Vida es fruto de la muerte; no solamente en el último día, sino cada día. Por eso es preciso perderla para encontrarla -de nuevo- purificada; es preciso pasarla por dentro de Jesús y de su Evangelio, para nos sea devuelta con olor de eternidad.


COGERÉ TU CRUZ, SEÑOR
Pues su madera, bien lo sé, Jesús
es escalera que conduce a la Resurrección.
Cogeré tu cruz, Señor,
pues su altura, es altura de miras
para los que creen en otro mundo
para los que esperan en Dios
para los que, cansándose o desangrándose,
saben compartir y repartir en los demás.
¡Cogeré tu cruz, Señor!
pues sus clavos, pasan la carne
pero no matan la fe.
Es la fe, quien a la cruz,
le da otro brillo y hasta otro color:
ni es tan cruel ni es definitiva.
Después de la cruz, vendrá la vida.
¡Dame tu cruz, Señor!
Merece la pena arriesgarse por Ti
Merece la pena sembrar en tu campo
Merece le pena sufrir contratiempos
Merece la pena adentrarse en tus caminos
sabiendo que, Tú, los recorriste primero.
¡Cogeré tu cruz, Señor!
Enséñame dónde y cómo
Indícame hacia dónde
Háblame cuando, por su peso,
caiga en el duro asfalto.
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque bien lo sé,
hace tiempo que lo aprendí
que ideales como los tuyos
tienen y se pagan por un alto precio
Quiero coger tu cruz, Señor,
porque es preferible
en el horizonte de los montes
ver tu cruz

Javier Leoz






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