Nadie vive sin fe




«Os he hecho ver muchas obras buenas 
por encargo de mi Padre: 
¿por cuál de ellas me apedreáis?» 
(Jn 10, 31-42)

Se escandalizaron de Jesús porque se proclamaba Hijo de Dios.
Y por Jesús, por su entrega, su amor al hombre, también nosotros somos sus hijos.
Creo que verdaderamente no nos damos cuenta de lo que eso significa.

La cuestión de creer es esencial en la vida. 
Nadie vive sin fe.
La fe siempre es un desafío a nuestro control, orden, previsiones, soberbia.
Nos cuesta creer porque nos cuesta desprendernos, abandonarnos, dejar que Otro nos lleve.


Cada día experimentamos que obedecer al mal engendra el pecado y la muerte en nosotros; mientras que, acoger a Cristo y obedecerlo, engendra en nosotros un hombre nuevo, espiritual. 
Una mística que se demuestra con obras de misericordia.

Hoy pedimos 

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas,
y reconforta en los duelos.
Tú estás conmigo,
como lo estuviste con María en tu pasión,
Virgen Dolorosa.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos, mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro, riega la tierra en sequía.
Manda la luz desde el cielo para que sepamos
ver más allá de lo que vemos, y sepamos que estás,
amante en todas las cosas,
puro don.



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