Deseos



«Nada hay fuera del hombre que, 
entrando en él, pueda contaminarle; 
sino lo que sale del hombre, 
eso es lo que contamina al hombre. 
Quien tenga oídos para oír, que oiga» 
(Mc 7,14-23)

Es necesario mirar nuestro interior, analizar nuestra conciencia, descubrir el mal que provocamos. Esto no es para machacarnos, sino para crecer en humildad, en necesidad de conversión, en la verdad que nos libere de nuestro buenismo.
La raíz del pecado no está fuera, en las estructuras, sino dentro de nosotros, en el corazón. Dejemos entrar al Señor en nuestra vida, acojamos su Palabra y pidámosle que su Espíritu cree en nosotros un corazón semejante al suyo.
Pongamos a Dios en el corazón, no tengamos miedo a su propuesta. Con Él cambiarán para siempre nuestros gestos y palabras. Saldrá amor y entrega gratuita, miradas de misericordia y perdón sincero...
Dame, Señor, un corazón de carne que sienta cada día la fuerza de tu amor; un corazón de carne capaz de conmoverse Frente al mal y el pecado; un corazón de carne que sepa dar la vuelta y comenzar de nuevo con ánimo sereno.

Deseos
¿Qué sale de mi corazón?
Quisiera, Señor, que solo salieran
deseos de hacer el bien a los demás,
de compartir mi vida con los que más sufren,
de darme sin excepción a todos.
Pon en mí, Señor,
deseos de colaborar en la construcción de un mundo más justo,
de caminar con el corazón lleno de paz,
deseos de ser reflejo de tu luz en donde vivo y me muevo cada día,
de unirme a aquellos que unen sus brazos
para empujar una humanidad nueva,
deseos de amar sin buscarme a mí mismo.
Moldea mi corazón, Señor.
Tú que dijiste bienaventurados los limpios de corazón,
dame un corazón como el tuyo para poder vivir siempre
como un niño, con su inocencia interior y sus ojos grandes
para admirar la belleza de la vida que nos das cada amanecer.
Fermín Negre




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