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Sembrar


“El que crea y sea bautizado 
se salvará; 
el que no crea será condenado” 
(Mc 16, 15-18)


¿Qué males soy capaz de vencer? ¿qué lenguas hablo? ¿la del Amor, la del perdón, la del servicio...?, ¿qué cosas me enredan y me distancian de Ti, Señor?, ¿qué heridas soy capaz de sanar y ayudar a sanar en Tu nombre?... ¿qué signos acompañan mi vida, Señor?
Hoy, fiesta de la conversión de San Pablo. De camino a Damasco, Jesús le preguntó: "¿por qué me persigues?".
Hoy, Jesús te pregunta: ¿Por qué me echas a mí las culpas de lo que te pasa? ¿No sabes que yo estoy de tu lado, sufriendo ahí contigo?
La conversión es, ante todo, un encuentro con Jesucristo, que nos transforma y nos impulsa a salir de nosotros mismos, para anunciar el Evangelio: el amor de Dios, manifestado en Jesucristo, muerto y resucitado para nuestra salvación.
Muchas veces estamos ciegos, vivimos a oscuras, hasta que la luz de Dios irrumpe en nuestra vida y empezamos a ver. Y junto a los hermanos, comienza la misión.
Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que convirtió a san Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio de la oscuridad del mundo.


ORACIÓN A SAN PABLO

Glorioso apóstol San Pablo,
escogido del Señor para llevar su santo nombre
por toda la tierra;
por tu celo apostólico y por la ardiente caridad
con que sentías los trabajos de tus hermanos
como si fueran tuyos propios;
por la inalterable paciencia con que sufriste persecuciones,
cárceles, azotes, cadenas, tentaciones, naufragios
y hasta la misma muerte;
por aquel coraje evangelizador que te estimulaba
a trabajar día y noche en beneficio de las almas
y, sobre todo, por aquella prontitud
con que a la primera voz de Cristo en el camino de Damasco
te rendiste enteramente a la gracia,
te ruego, por todos los apóstoles de hoy,
y que me consigas del Señor que imite
tus ejemplos oyendo prontamente la voz de sus inspiraciones
y peleando contra mis pasiones
sin apego ninguno a las cosas temporales
y con aprecio de las eternas,
para gloria de Dios Padre, que con el Hijo
y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos de los siglos.
Amén.


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