Yo no te condeno



"Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho"
(Lc 7, 36-50)


No tengas miedo a amar, que el mundo se salvará por la belleza.

Las lágrimas son a menudo un lenguaje que no necesita palabras ni explicaciones.
Son expresión sincera del alma que vibra, fluye, se desborda y se derrama.
El beso, el abrazo, la caricia, la sonrisa, la mirada, el apretón de manos...
Comunicamos con el cuerpo lo que la voz calla.

El amor cubre una multitud de pecados, por eso ella puede escuchar de Jesús: ¡vete en paz!
Es un atrevimiento y un escándalo para quien está falto de amor; sólo desde el amor se entiende el perdón.
Si no, que lo diga una madre dispuesta siempre a perdonar los extravíos de su hijo.
 
Superemos con amor todo aquello que nos tiene 'atrapados', no dejemos de amar, de servir, de dejar sitio a los otros.
Simón se fija en el pecado de la mujer, Jesús en el amor.
¿En qué nos fijamos cuando juzgamos a los otros?
"Tu fe te ha salvado, vete en paz".
Ven a sanar todo lo que nubla mi mirada y mi corazón.
Ven y sana nuestro mundo.
Enséñame a acoger en mi vida tu perdón y a derramarlo a mis hermanos a manos llenas, sin medida.


Yo no te condeno
¡Tantos me acechan para señalarme con el dedo!
¡Tantos ponen su mirada sobre mí
no como hermanos
sino como inquisidores!
¡Tantos se frotan las manos
¡Tantos tienen algo de qué acusarme!
¡Tantos tiene piedras en las manos
para apedrearme y destrozarme!
¡tantos son así…!
Pero, Tú, Dios cercano en Jesús, tu Hijo,
no me tratas así.
Tú, Dios, no te escondes
ante el pecador;
sales a su encuentro.
y pronuncias las palabras que recrean:
“Yo no te condeno. Te perdono. Vete en paz
y no vuelvas a pecar”
Y mi corazón y todo mi ser y regocija
y canta y proclama:
¿Qué Dios es grande como nuestro Dios?
Él tiene palabras de vida.
Él tiene palabras de luz.
Él tiene palabras que regeneran
¿Qué Dios es tan grande como nuestro Dios?




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