La Puerta






"Hay últimos que serán primeros, 
y primeros que serán últimos" 
(Lc 13, 22-30)

Jamás alcanzaremos la santidad a la que estamos llamados si nuestra vida está dominada por la ley del mínimo esfuerzo.
Cambiemos el mal por el bien, el odio por amor, la venganza en perdón.

La cruz es la "puerta estrecha", siempre abierta, donde se nos ofrece la posibilidad de experimentar el amor y la misericordia de Dios; el camino seguro para acceder al banquete del Reino.

¿PUERTA ANCHA O PUERTA ESTRECHA?
La ancha, tal vez, la que menos esfuerzo exige pero la que nos lleva a metas de recorrido corto.
La estrecha, tal vez, la que nos invita a ajustarnos un poco la cintura pero con horizontes amplios.
La ancha la de un "todo vale" pero sin más pretensión que la felicidad efímera y de simple hojalata.
La estrecha la que nos hace caer en la cuenta de lo qué está bien y de aquello que está mal.
La ancha la que, presentándonos un mundo idílico, nos dice como ser felices pero no nos saca de nuestras angustias.

La estrecha la que, dando luz a nuestro interior, nos distingue entre ser felices o ser caprichosos.
La ancha la que coloca luces artificiales en la azotea de nuestro pensamiento y esconde nuestras carencias.
La estrecha la que nos empuja a ser conscientes de nuestras limitaciones y nos da luz para superarnos en el día a día.
La ancha es aquella PUERTA que se abre tan fácil que, una vez que la cruzas, te das cuenta que era poco lo que tenia y mucho lo que ofrecía.
La estrecha es aquella PUERTA que cuesta abrir, que nos exige esfuerzo personal y colectivo, que nos indica que somos más que carne y hueso y que, detrás de ella, hay una mano que siempre aguarda: DIOS

Javier Leoz

Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar.
(Miguel de Unamuno)

Siempre desde las manos de María, confiados, porque nos lleva a Jesús.
No necesitamos preguntar.
¡Todo terminará bien!

Señor, como buen padre, como buena madre, quieres que sea feliz, quieres que viva alegre, en esta vida y por toda la eternidad. 
Por eso me amas sin límite y me enseñas el camino de la vida, de la salvación.

Señor, yo quiero llegar a la meta. 
Quiero ser feliz ahora y siempre. 
Pero a veces estoy cerrado a tu amor y busco puertas amplias, por las que quepan todos mis caprichos; elijo caminos confortables, sin cruces en el recorrido.


Una y otra vez experimento que mis puertas y caminos no llenan mi corazón. 
Señor, que el aliento del Espíritu y de los hermanos me ayuden a acoger tu amor y a escoger siempre la puerta del amor y el camino de la entrega.

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