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¡Poneos en camino!



“Descansará sobre ellos vuestra paz” 
(Lc 10, 1-12. 17-20).

Es Jesús quien envía, porque la misión no es nuestra.
De dos en dos, porque se hace en comunidad.
Sin provisiones para el camino, porque Dios siempre cuida y provee.
Con La Paz en el corazón y la palabra, porque es el distintivo del anuncio.


Dios es fiel.
Frente a nuestra violencia desatada en el mundo y en los corazones, Él nos ofrece su paz.
Ante la destrucción y la muerte que produce el ser humano, Él nos sigue ofreciendo vida.
Dios es amor, y no se cansa de amar a sus criaturas.

Jesús envía a sus discípulos a una misión: testigos en un mundo de "lobos" comportándose como "corderos"; trabajando como obreros sin contar de ningún modo con las propias fuerzas; a ofrecer paz y contestación al mismo tiempo, en nombre de una esperanza basada únicamente en la fe

El discípulo de Jesús vive desinstalado, en salida hacia los demás, para anunciarles la llegada del Reino, la Buena Noticia del amor de Dios, que nos perdona, cura, consuela y libera; que nos trae la paz y la alegría verdaderas.


Preparemos el camino de Jesús como personas agradecidas, que endulzan la vida y brillan por su sencillez.

Jesús, Tú me enseñas que quien te lleva en el corazón se llena de paz y transmite la paz. Necesito crecer en la paciencia y la humildad para ser ese instrumento que pueda llevar tu paz, donde haya desunión, egoísmo, tristeza, etc., como rezaba san Francisco de Asís.

Señor, que hoy sienta también tu llamada, tu elección…
Como los “setenta y dos”, a testimoniar tu nombre…
Que asuma también mi tarea, mi misión, a luz de tu Palabra…
Y que llegue a descubrir la importancia de llamarse Hijo de Dios.
La Paz a la que tú me invitas, es una Paz especial y distinta,
digna de ser regalada, y que nos lleva al compromiso de transmitirla, de donarla,
desde la propia vivencia e interiorización.
Y también desde mi fe en Ti, busco la fuerza para superar mis miedos, mis debilidades… y afrontar mi tarea de obrero de tu Reino, porque Tú
me necesitas y me esperas, me acompañas y proteges.
Y esa misión a la que me llamas, a la que me invitas, la instituyes de dos en dos, para que ni siquiera la soledad humana me acobarde, y para hacerte presente en aquellos que también comparten el camino de construir tu Reino.



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