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La misión empieza hoy



"Maestro, te seguiré adonde vayas" (Mt 8, 18-22)
En sintonía con el Evangelio de ayer, seguir a Jesús supone optar por la vida con todas sus consecuencias
Dos cosas importantes:

“Viendo que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla”.
A Jesús le gusta el entusiasmo de los que se ilusionan por él.
Pero, no quiere aprovecharse del entusiasmo del momento y prefiere que la gente sepa a qué se compromete.
“Las zorras tiene madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

A Jesús no le va el aplauso de las muchedumbres.
Seguirle exige estar dispuesto al desprendimiento, al desnudo total, a carecer de toda seguridad, a fiarse solo de la providencia.
Seguirle exige estar dispuesto a carecer de los apoyos humanos, “dejarlo todo y darlo a los pobres”.
 Jesús quiere  que el que le siga sea consciente de que el Evangelio es tener como único tesoro de nuestras vidas a Dio; tiene que estar dispuesto a tenerlo todo renunciando a todo; tiene que estar dispuesto a renunciar a su propia vida por el Evangelio y  ha de estar dispuesto a vivir como Él, con lo puesto y la Cruz al final del camino.
La última cama donde recostó su cuerpo Jesús no fue una cama de plumas sino el leño de la cruz.
¿Retos difíciles?
Humanamente, sí.
Pero son los únicos retos para seguir a Jesús hasta el final del camino, y no sentirse derrotado y desilusionado a medio camino.


El Hijo del hombre sí tiene donde reclinar la cabeza: nuestro corazón, con sus debilidades y pecados, con sus miedos y angustias, con sus cruces y sufrimientos... 
Ahí quiere reposar, para consolarnos, animarnos y aliviarnos con el bálsamo de su misericordia.
Como el discípulo amado, encontrarás en su pecho la roca donde reposar tu cabeza, y en la gruta abierta en su corazón hallarás el hogar más cálido y amoroso de la tierra.
Por tanto, no temas desfallecer si sigues a Jesús.
Él se ha cansado para que tú descanses.
Seguir a Jesús es dejar el pasado y afrontar el mañana con valentía.
 Sin ataduras, condiciones ni esperas.
La misión empieza hoy
Ayúdame a superar, Señor, las excusas para seguirte y así entregarme del todo.
Te seguiré, pero sé Tú la roca que sostiene mis pies:
Que Dios nos conceda la libertad de vivir sin apegos...



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