Frutos buenos





"Todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos" (Mt 7, 15-20)

Siembra el bien que brota de un corazón orientado hacia Dios.
Siembra y aprende a esperar, como el labrador que trabaja su tierra y aguarda paciente el tiempo de la cosecha.
No conocemos los tiempos de Dios.
Solo nos toca hacer nuestra parte.
El hará que demos fruto a su tiempo.

En la vida cristiana es fundamental el discernimiento, para reconocer lo que viene de Dios y lo que no, las intenciones del corazón, los frutos buenos y los que no lo son.

¡Si Cristo es nuestra savia nuestros frutos no pueden ser de mejor calidad!

POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS
No por sus buenas ideas o por sus declaraciones de intenciones.
No por su exquisita formación o sus atractivas programaciones.
No por su ruin dinero o por su maldita pobreza.
No por sus bonitas palabras o sus exquisitos modales.

“Por sus frutos los conoceréis”.
 La Virgen María, “fruto bendito de tu vientre” es el único capaz de colmar cualquier dicha nuestra.
Sabemos que la cruz nos acompaña todos los días, y en el momento más inesperado.
Pero en el árbol en el que fue crucificado su Hijo afloran los frutos más sabrosos.
Con su ayuda subiremos a ese madero y “robaremos” uno para nuestro corazón.



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