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Hablar con Dios



“Vosotros orad así: Padre nuestro” 
(Mt 6,7-15)  

"La voz de la Cuaresma es una llamada a recordar quiénes somos y de dónde venimos y por qué.
La voz de la Cuaresma es la llamada a renovarnos, a vivir de manera nueva, prescindiendo de cómo haya sido nuestra vida hasta ahora, y a vivir en plenitud."

'Como bajan lluvia y nieve desde el cielo y no vuelven sino después de empapar la tierra, fecundarla y hacerla germinar, dar semilla al sembrador y pan al que come, así es mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo, llevará a cabo mi encargo'    (Is. 55,10-11)

Como la lluvia da vida a la tierra al caer, dame tu agua viva que me haga renacer otra vez a la fe.
Que tu Agua refresque mi ser.



¿Cómo hablas con tu padre, con tu madre?
Palabras sencillas, que brotan del corazón.
“La oración es estar a solas con quien sabemos que nos ama”, decía Santa Teresa.
Para hablar con Dios, no necesitas nada más que eso.

Rezar el Padrenuestro despacio, adentrándose en cada palabra, es bañar el corazón de luz, de confianza.
Es abrir la mirada al mundo y ponerlo todo ante Dios.
Respirar libertad, ternura y esperanza.


El Padrenuestro es el alma de Cristo.
Pon tu vida al servicio de lo que el Señor pide a su Padre.
Deja que Jesús siga rezando su Padrenuestro desde tu corazón.
Entonces serás cristiano, porque serás de Cristo.



¡Padre nuestro!
Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”, que casi lo hago sin darme cuenta.
Sin embargo... cuando lo pienso más en serio, tiemblo un poco.
Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo...
Y el hijo tiene la carne y la sangre del padre.
Hoy te pido, Padre mío (y Padre de tantos otros hijos, de tantos hermanos míos),
que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser el que engendraste para que te amé y para ser amado por Ti.
¡Padre nuestro! ¡Padre de Cristo!
Que nunca deje de recordar la misericordia que nos mostraste en Jesús.
No permitas que abandone nunca tu casa.
Si estoy lejos de ella (por tantas locuras, por tantas maldades, por tantas tonterías),
dame fuerzas para volver ahora mismo:
¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados juntos!
Y si me das la gracia de vivir siempre en tu casa, disfrutando de todo lo tuyo,
dame generosidad para compartir todo lo mío;
dame humildad para comprender a mis hermanos y recibirlos en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!

(Héctor Muñoz)



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