Profeta



«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo»
(Lc 4, 21-30)

Nadie es profeta en su tierra cuando en la tierra de uno se presupone una forma de serlo.
Las expectativas siempre ahogan el camino a la novedad.
Novedad que Jesús trae en lo que es: en lo que dice, hace y ora.

Que yo, Señor, no sólo me admire de tus palabras sino que te ame y las ponga en práctica y acepte tu corrección y cambie de camino, si es necesario.


Jesús quiere habitarnos, estar en nuestra casa...pero nos quiere tanto que nos permite rechazarlo por amor a nuestra libertad..

Porque estamos enfermos vamos a ti, ¡cúranos!
Tú nos has consagrado en la fe, la esperanza y el amor y constituido sus profetas.

¿QUIÉN QUIERE SER PROFETA?
¿Quién quiere ser profeta? Profeta de alegría y amor.
¿Quién quiere ser profeta? Profeta de vida y Dios.
¿Quién quiere ser profeta? Profeta de justicia y verdad.
¿Quién quiere ser profeta? Profeta de utopía y fraternidad.

De la misma forma que Cristo predicaba las enseñanzas de su Padre, ¡atrevámonos nosotros también a compartir la Buena Noticia!
¡Fuera temores y vergüenzas!

El Bautismo nos configura con Cristo, sacerdote, profeta y rey; para seguir sus huellas y ser, como Él, signos visibles del amor de Dios al mundo.

Desde nuestro bautismo estamos llamados a ser Profetas, en búsqueda de la verdad.
¿Seremos acaso como los paisanos de Jesús dispuestos a despeñar la verdad si está no nos agrada?
Considerar la religión como una inversión humana y negociar con Dios buscando el propio interés es una tentación de la que tomar distancia.



El ser humano ha avanzado mucho en tecnología, en conocimientos científicos...
Pero el progreso sin humanización nos degrada.
La vida sin amor, no es nada.
Aún no hemos aprendido a tratarnos como hermanos, no vivimos el amor fraterno.
Y sin amor, no somos nada.

"El cristiano sabe cuándo ha llegado el momento de hablar de Dios y Cuándo es correcto silenciarlo y dejar que se hable el amor".
Benedicto XVI

Hay muchos mundos diferentes en este mundo nuestro.
El de los ricos y poderosos.
El de los pobres y oprimidos.
El de los que viven de la imagen pública.
El de los sencillos con vidas anónimas...
Y hemos sido elegidos para amar y servir.

¿Por qué estamos tan locos, por qué nos cuesta tanto vivir el amor?
¿Qué hay en el ser humano que lo arrastra al mal?
¿Dónde quedan la paciencia, la bondad, la humildad, la honradez, la amabilidad?
¿Por qué tanta división, tantas separaciones, tantos desencuentros?

María plenitud de la fe, la esperanza y el amor.
En ella, la más grande, la Caridad.

Gracias, Dios Padre nuestro Misericordioso,
porque Tú nos invitas hoy a saber verte
y a lograr reconocerte en las personas
que Tú pones junto a nosotros cada día.
Ayúdanos a ser nosotros para los demás
mensajeros de la alegría tu Buena Noticia
y testigos y tu Amor y Misericordia cada día.
Ayúdanos a cumplir siempre tu Voluntad
para hacer vida en nosotros tu Evangelio,
y que tu Palabra de Vida se cumpla cada día.
No permitas nunca que nada ni nadie
logre jamás separarnos de Ti, Dios Bueno,
y ayúdanos a anunciar y comunicar tu Verdad
en medio del mundo y a todos la personas,
aunque muchos no logren entenderla.
Transfórmanos en fieles discípulos tuyos
para predicar con valentía el Evangelio.  Amén.


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