"No temas; basta que tengas fe".






 “Contigo hablo, niña, levántate”. 
(Mc 5, 21-43).  

Todo el mundo quiere ver y tocar al Señor.
Saben que Él puede salvar sus vidas en tantos sentidos.
Nosotros, ¿acudimos también así y confiamos de este modo en Dios?
Una mujer encuentra en Jesús una salida a su situación dolorosa.
Va más allá de la ley y se acerca a Jesús para tocarlo silenciosamente.
Jesús experimenta que una fuerza prodigiosa ha brotado de él.
El encuentro con Jesús siempre es creativo.
Su amor está siempre en movimiento.   
Necesitamos descubrir al Señor que camina junto a nosotros para curar nuestras heridas.
No hay atajos.
Él es el camino.



- Señor, tú puedes curarme.

Me acerco a ti, Dios mío, y me dejo mirar por ti.
Tu mirar es amar.
Tu mirar me recrea, me sosiega, me levanta.  

Jesús es la fuente de la salvación y de la vida.
Acudamos a Él y dejémonos tocar por Él cada día, para que se reanime nuestra fe dormida al experimentar su amor y su misericordia.

Talitha qumi.

Niña, levántate.
Ponte en pie.
Sábete curada.
Recupera tu salud.
Llénate otra vez de vida.
Sal de tu postración.
Recobra tu dignidad.
Aprende quién eres.
Recuerda que eres libre.

Atrévete a vencer tus miedos, tus prejuicios.
Extiende tu mano a tus vecinos, amigos, a quien se cruce en tu camino y necesite de ti.
Toca la realidad del otro y déjate tocar.
Sin juzgar, sin poner etiquetas.
Da y recibe amor.

Agradece a quienes te han acompañado en tu camino de fe, a quienes te ayudan a tener la mirada centrada en Jesús. 
Da testimonio con tu palabra y tu vida.
Alégrate, celebra, contagia a los demás tu actitud positiva.
Contagia la buena noticia.



"No temas; basta que tengas fe".

Ante el escándalo de la muerte en este caso de una niña, ante la intolerable evidencia de los sufrimientos que genera la enfermedad, hoy reflejada en esta mujer enferma con una enfermedad que además de tenerla sin fuerza, la mantenía aislada de todos por miedo al contagio.
Ante tanta fatalidad que rodea la vida del hombre... el único remedio es la palabra de Jesús:

¡"Talitha qumi"!
¡"LEVÁNTATE"!

Atrévete a creer, a esperar, a vivir. 

Dios no soporta ver a sus hijos doblegados, hundidos por el peso de la enfermedad, abatidos y acorralados por la muerte.
Él nos quiere en pie, Él nos recuerda que solo el que tenga fe se salvará. 
Y la mujer hemorroisa, se curó y Jairo, el jefe de la sinagoga, no tendrá más remedio que regresar al lugar de la prueba, pero será para descubrir que la muerte ha sido vencida.

Entre la multitud, Jesús siente que alguien lo toca con una fe sincera.
Con esa misma confianza, entre lo que dice la gente y las burlas, Jairo cree en Jesús.
¿Es tan grande mi fe?
¿Me acerco a Jesús de manera sincera o soy parte de la multitud?

"¡No temas; basta que tengas fe!"
En esto radica nuestra única posibilidad y nuestra salvación. 

“No temas, basta que tengas fe”.
Ese es el problema.
El miedo no solo nos paraliza psicológicamente.
El miedo también nos paraliza espiritualmente.
El miedo paraliza incluso nuestra fe.

Para creer es preciso superar nuestros miedos.
Para creer es preciso fiarnos de Él y no de nuestras inseguridades.

La fe es seguridad.
La fe vence nuestros miedos.
Pero también la seguridad es fuente de fe.

Decimos que creemos, pero seguimos con nuestros miedos.
Decimos que creemos, pero seguimos con nuestros miedos a creer de verdad.
Decimos que creemos, pero seguimos con nuestros miedos a los riesgos de la fe.
Decimos que creemos, pero cuando oramos, dudamos.
Decimos que creemos, pero cuando le pedimos algo, tenemos nuestras dudas.



El poder de la oración unida al don inmenso de la fe, nos hace, créetelo hermano, seres privilegiados, luchadores incansable contra todo lo que amenaza la vida y dignidad de la persona, testigos maravillados con la Palabra que nos salva y viene a poner vida en medio de "nuestra muerte"

¡Levántate y ayuda a levantar!
Este es hoy nuestro grito de guerra.


Ahora. Levántate.
No te dejes morir
en muertes cotidianas
que acallan el verso
que secan el alma
y frenan el paso
hasta dejarte inerte.

No mueras en vida,
sepultado por nostalgias,
rendido antes de tiempo,
consumido por dentro.
No permitas que te envenene
el odio, ni dejes
que la amargura –¿o es miedo a vivir?–
haga de tu corazón una losa.

Levántate.
Sostenido por la memoria
de buenos amigos y buenos momentos,
confiado en un hoy grávido de oportunidades.
Movido por la esperanza en lo que ha de llegar.

Levántate, agradecido por tanto…
Ama,
descubre los milagros ocultos,
cree,
y pelea, si hace falta,
la batalla nuestra de cada día.
Que eso es ser humano.
Levántate.
Ahora.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj




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