¡No mires atrás!




“Tú vete a anunciar el reino de Dios” (Lc 9,60).  

"Te seguiré adonde vayas."
Jesús respondió:
"Las zorras tienen madriguera, los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza."
Préstale el ser, la casa, tu seguimiento, tu amistad.
Muchos viven como Él y Él vive en ellos.
Ahí está tu tarea.
"Sígueme."

"Sígueme"... yo sostendré tus pasos.

Sígueme... no tengas miedo.
Sígueme... yo caminaré contigo.



EXCUSAS
Ante grandes dificultades, excusas.
Ante grandes retos, excusas.
Ante grandes amores, excusas.
Ante grandes proyectos, excusas.
Ante uno mismo, excusas.
Ante el otro, excusas.
Ante Dios, excusas.

Seguir a Jesús es algo serio, requiere prontitud, desprendimiento y harto ánimo para afrontar dificultades. Pero si escuchas en tu interior su invitación a caminar con Él, ten la certeza de que su presencia amorosa te rodea y envuelve tu vida delicadamente. 
Seguir a Jesús es caminar hacia Jerusalén.
Seguir a Jesús no es poner condiciones.
Seguir a Jesús no es pedir rebajas.
Seguir a Jesús no es pedir tiempo para pensarlo.
Seguir a Jesús es hacer de él el centro, la razón de nuestro ser.
Seguir a Jesús no es caminar luego lamentando lo difícil del camino.
Seguir a Jesús no es caminar cansado y fatigado, con ganas de volver atrás.
Seguir a Jesús es el “sí total de nuestra vida” de modo incondicional.


Seguir a Jesús es aventurarse a hacer el Camino.
Es apostar por un mundo nuevo, solidario, fraterno.
Ser peregrino humilde, amistoso, amable.
Salir al encuentro de los que están heridos al borde de los caminos.
Acompañar, servir, compartir.
Soñar.
Vivir.

¿Y tú hacia dónde miras?
El discipulado, seguir a Jesús, es exigente, no basta con decir 'sí'.
¡Hay que poner el corazón, los sentimientos y la razón!

Interrogantes que nos ofrece el Evangelio:
¿Cómo sentimos y vivimos el que antes de ser, existamos en el corazón de Dios?
¿Cómo sentimos y vivimos el hecho de que sea Dios quien toma la iniciativa en nuestras vidas?
¿Cómo vivimos la experiencia de que somos “unos llamados”?
¿Cómo vivimos nuestro seguimiento de Jesús?
¿Sin mirar atrás?
¿Sin nostalgias del pasado?
¿Poniéndole condiciones a nuestra fe?
¿O con la alegría de la fidelidad hasta el final?

Cuando Jesús llama, la respuesta tiene que ser tan radical como la llamada.
Cuando Jesús llama, es inútil buscar ni rebajas ni condicionamientos.
Cuando Jesús llama, están de sobra nuestros cálculos humanos.
Cuando Jesús llama, están de sobra nuestras explicaciones.
Cuando Jesús llama, está de sobra nuestra lógica.
La respuesta de la fe tiene que ser sí o sí.
La respuesta de la fe no obedece a lógicas humanas.
La respuesta de la fe no entiende de rebajas.
La respuesta de la fe es decir sí sin condiciones.
La respuesta de la fe es decir sí sin ponerle parches ni remiendos.

- Señor, que en cada momento sepa darte gracias.
Me fio de ti, Jesús.
¡Envíame!
A donde tú vayas, yo voy.
Llévame en la palma de tus manos,  
alienta mi débil fe.
Te seguiré a donde quieras te seguiré,
Señor, te seguiré.
Te seguiré,
dame la fuerzas sé tú la roca que sostiene mis pies.
Te seguiré, Señor

El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Seguir a Jesús normalmente pasa por la pobreza, por la austeridad.
Vivir en pobreza sólo es posible si confío en Él, si tengo a Dios cómo el mejor tesoro.


La majestad no está en los gestos de orgullo,
en la mirada altiva o el ceño fruncido.
No está en la puerta infranqueable
o en la adulación cortesana.
Tampoco en la altura de los rascacielos
o la privacidad de los accesos exclusivos.
No está en las cenas de gala, la alta costura,
la joyería fina o los gastos suntuosos.
La majestad poco tiene que ver con protocolos
que encumbran al poderoso y ningunean al débil.

¿Dónde, entonces?

En un rey sin trono, palacio o ejércitos.
Sin cuenta corriente, sin otro techo que el cielo.
Un rey sin más ley que el amor desmedido,
sin más cetro que sus manos desnudas,
gastadas ya en tanta caricia, en tanta brega,
por tanto tirar de los derrumbados.
Sin otra atalaya que la cruz, y en ella,
el perdón por bandera, la paz por escudo,
y la justicia, inmortal,
como apuesta eterna.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Seguir a Jesús es lo más importante, lo más urgente, lo único necesario; más que enterrar a un muerto, o terminar una carrera universitaria, o conseguir un trabajo, o alcanzar cualquier objetivo.
El seguimiento es la brújula que orienta toda nuestra vida (familiar, social, comunitaria, religiosa)

Maestro, te seguiré adonde vayas;
Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar contigo;
Maestro, me gustaría comprometerme con una buena causa;
Maestro, voy a compartir una parte de mi dinero;
Maestro, quiero seguir el camino que Tú me señalas:
Maestro, lo que más quiero en esta vida es ...

Pero, Señor,
déjame ir primero a enterrar a mi padre;
déjame terminar primero la carrera o la oposición;
déjame criar primero a mis hijos;
déjame pagar primero la hipoteca;
déjame que antes resuelva todas mis dudas;
déjame ....

Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas;
y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada,
para que sepa aprovechar cada momento,
para seguirte, escucharte y hablarte,
para comprometerme y compartir;
para disfrutar la vida y entregarla del todo. Amén.

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