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¡Glorifiquemos a Dios!




“Al verla, Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”
… y enseguida se puso derecha. 
Y glorificaba a Dios” 
(Lc 13, 12.17).

Jesús se inclina sobre la pobre mujer y le impone las manos, lo mismo que Dios se había inclinado sobre Adán sin vida para infundirle su espíritu.
Jesús rehabilita a la mujer, y el ser humano resucita en su belleza primigenia.
Esta es la misión de Jesús en medio de nosotros.
Él no soporta ver "por los suelos" al hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
"Toda la gente se alegraba de los milagros que hacía".
En sábado, el día del Señor, se ha convertido en un nuevo sábado donde todo estalla en acción de gracias. 
Lo que Jesús realiza en sábado es una celebración de su sentido más profundo.
Para Jesús, el sábado no está hecho para prohibir las obras de misericordia, sino para fomentarlas. Jesús te mira, te llama y te sana.
Su tiempo es tiempo de salvación.
Ésta es la verdadera alegría que nadie te podrá arrebatar.
Siempre nos sorprende este Dios que es todo ternura.
No deja de hacerlo.
Jesús, mírame a mí también.
Bien sé yo que tu mirar es amar
Y tu amor misericordia.
Mi alegría, proclame tu gloria. 
¡Vivamos con la dignidad de los hijos de la luz!
¡No permitamos que nada ni nadie nos haga vivir sometidos y encorvados!
La historia de la humanidad no es otra que la paciente encarnación de la creación anunciada aquel sábado en que una mujer se puso en pie, libre y satisfecha, a pesar de los que en nombre de Dios no ven en este hecho un gesto de gracia sino una agresión a la ley. 
Antes que las leyes, las personas.
Antes que las instituciones, las personas.
Antes que costumbres, las personas.
¡La fe nos levanta¡ Tú.
 ¿Estás en pie?
Pongamos hoy nuestra humanidad encorvada, tantas veces rota, herida, enferma ante Jesús para que Él imponga sus benditas manos sobre ella y escuchemos con fe:
¡Quedas libre de tu enfermedad!
¡Glorifiquemos a Dios!


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