El fuego del Espíritu



“Tengo que pasar por un bautismo, 
¡y qué angustia hasta que se cumpla! (Lc 12,50).

Jesús camina hacia Jerusalén en obediencia a la voluntad del Padre afrontando decididamente toda oposición.

Tu encuentro con el Señor suscita una respuesta de fe que puede crear división con otros valores del mundo.
Cuando la fe deja de ser mero cumplimiento y se vive apasionadamente el amor a Dios y a los hermanos, arde nuestro corazón.

 El Señor nos pide amar y no dejarnos vencer por el egoísmo.
Cuando se ama de verdad se sufre la incomprensión y el abandono.

Vivir la vida y la fe con pasión y radicalidad, con valentía y audacia.
Nada menos.
Nada más.

Jesús quiere que ardamos en caridad, amor y servicio a los hermanos.
 Su Espíritu es una llama de amor viva que enciende pasión y entusiasmo.

Duele la soledad y más si es provocada en Nombre de Dios.
Pero el Señor está a nuestro lado.

Ante tantos conflictos que siembran división, matando la caridad enseñada por Él, recordemos hoy las palabras de Jesús haciéndolas oración:
 ¡Y qué angustia sufro...!

Que Cristo habite por la fe en nuestros corazones.
Que el amor sea nuestra raíz y nuestro cimiento; que logremos comprender lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano.
Que lleguemos a nuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.

La fe no es cosa decorativa.
Es elegir a Dios como criterio de vida.
Dios es siempre positivo, es amor, es renuncia al mal y al egoísmo.

Que todo tu ser se encienda con el fuego del Espíritu.
Que arda tu corazón de pasión por el Evangelio, por los pobres, por el reino soñado por Dios para sus hijos.
Alimenta y aviva esa hoguera.
No apaguéis jamás la llama del Espíritu.

Frente a un mundo que nos exige de todo para satisfacer nuestros caprichos y nuestra sed de afecto, poder, placer, éxito, fama... 
Jesucristo nos ofrece un amor que nos purifica, nos libera, nos devuelve la vida y la alegría y nos sacia plenamente.

'Jesús, que nuestros conflictos sean siempre de fidelidad y nos encuentren de parte de la verdad y del amor. Amen.'

- Señor, dame sabiduría para saber cuándo hablar y cuándo callar.

Enciende en mi corazón la llama de tu amor, bautízame con tu Espíritu Santo, pera ser testigo de tu amor y de tu paz en el mundo.  

Dame, María, un corazón abrasado junto al tuyo en el fuego que trae Cristo.
Madre pon tu mano misericordiosa sobre nuestras angustias, conflictos, divisiones.
¡Esperamos en ti, buena Madre!

Hagamos una hoguera,
una gran hoguera con todas nuestras vanidades.

Desprendámonos, sin miedo,

aunque nos duela el cuerpo entero,
de todo aquello que se nos ha adherido
o hemos almacenado a lo largo del camino:
esos barros que desfiguran nuestro rostro,
esas costras que insensibilizan nuestros sentidos,
esas escamas que ciegan nuestros ojos,
esos pesos que paralizan nuestros pies,
esos vestidos que ridiculizan nuestra figura.

Abramos el baúl de nuestras vanidades

y hagamos una gran hoguera
con lo que crea arritmia a nuestro corazón,
corta las alas a nuestro espíritu,
seca nuestras esperanzas,
encorva nuestras espaldas,
perturba nuestra paz
y es fatuo o vanidoso,
insustancial o quimérico...

Pidamos a Dios que prenda y queme,

con su llama, nuestras vanidades.
Y entremos, débiles y con jirones,
hasta el corazón de la hoguera.
Él nos acrisolará nuevamente
y seremos, por su querer y palabra,
lo que Él soñó en la primera alborada:
clara imagen suya,
tan humana y renovada,
que lo tiene todo
con sólo decir "Abbá".


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