"QUIERO. QUEDA LIMPIO"



“La lepra se le quitó, y quedó limpio”. 
Mc 1, 40-45.

Jesús muestra la voluntad inequívoca de compromiso activo de Dios con el bien de los excluídos, de los apartados y de los que no cuentan.
Ese: "QUIERO. QUEDA LIMPIO" dirigido al leproso es la gran noticia.
Colaboremos con Jesús.
Y hagamos un mundo habitable para todos.

Jesús, al tocar al leproso, comete una transgresión de la religión de Israel y rompe con el orden establecido: no hay distinción entre puro e impuro porque el ser humano es siempre merecedor de cuidado y respeto.

Dios siempre va un paso por delante en el amor.
Nos conoce y nos sale al encuentro en cuanto nuestro corazón arrepentido desea volver a casa.
Y como un padre amoroso nos abraza.
Él nos amó primero; por eso nosotros podemos amar.

Ojalá nuestro corazón se parezca un poquito al sagrado corazón de Jesús. Tierno, acogedor, compasivo, rompiendo barreras que nos separan, curando heridas que nos dañan, reuniéndonos a todos en su casa.



Señor Jesús, al hacerte humano tocas, abrazas y besas la pobreza de nuestra naturaleza, la debilidad de nuestra carne y de nuestro corazón. 
Gracias, Jesús, por tocarme, abrazarme y besarme.

En el contacto entre tu mano y la mano del leproso quedó derribada toda barrera entre Dios y la impureza humana, y nos mostraste que tu amor es más fuerte que cualquier mal, incluso más que el más contagioso y horrible. 
Gracias, Jesús, porque estás siempre de mi parte.

Tú nos muestras, Jesús, que la voluntad de Dios Padre es curarnos, purificarnos del mal que nos desfigura y arruina nuestras relaciones, para que vivamos felices, como buenos hijos de Dios Padre, como hermanos de todas las personas. 
Gracias, Jesús, por curarme, por purificarme, por perdonarme.

Jesús, tomaste sobre ti nuestras enfermedades, te convertiste en «leproso», para que nosotros fuésemos purificados. 
Gracias por asumir el dolor y la muerte para darnos la salud.

Señor, que tengamos el corazón siempre abierto, para dejarnos tocar y curar por ti, para abrazar y sanar a cuantos nos necesiten.


Inspirada en la audiencia de Benedicto XVI, del 12 de febrero de 2012

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