Pobres y libres para el Evangelio



“Los fue enviando” 
(Mc 6,7-13).    

Los discípulos ‘salieron’ a los cruces de los caminos a prolongar la actividad de Jesús: predicar, curar y expulsar demonios. 
Hoy oímos hablar mucho de Iglesia en salida.
Solo podemos salir de verdad con la fuerza del Espíritu Santo.
  
- Señor, que comprenda que lo esencial es invisible a los ojos.

Lo que escucho en la intimidad del corazón, en el trato contigo, Señor, quiero llevarlo a la vida de cada día.
Ayúdame tú, María, estrella de la nueva evangelización.  

 - Señor, gracias por las personas que me han llevado hasta Ti.



Señor, escucho tu llamada de nuevo.
Una y otra vez me llamas,
aunque me haga el sordo en demasiadas ocasiones.
Eres tozudo, Señor.

Me llamas y me envías.
Nos envías, de dos en dos.
No quieres que vaya solo.
Mi fe se apoya en Ti y en mi compañero de misión.
Mi compañero se apoya en Ti y en mi.

No quieres que lleve muchas cosas.
Un bastón y nada más.
Ni pan, ni alforja, ni dinero...
Para cumplir tu misión no necesito casi nada.

Para transmitir tu amor
sólo es preciso que me deje amar por Ti
y que ame, sirva y me entregue como Tú.

Para transmitir tu perdón
sólo es necesario que yo me deje perdonar por Ti
y que perdone como Tú me perdonas.

Para transmitir tu Palabra
sólo es menester que abra mis oídos para escucharte
para que mis palabras y mi vida hablen de Ti.

Para transmitir tu alegría
sólo es preciso que mi corazón se acerque al tuyo,
para que ni la peor noticia arrugue mi sonrisa.

Para transmitir tu consuelo
sólo es necesario que ponga en tus manos mis agobios
y contagie mi esperanza a los que sufren.

Me has llamado, Jesús.
Tú sabes lo que haces.
Aquí estoy. Envíame.

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