Dejarme llevar por el Espíritu



«Convertíos y creed en el Evangelio» 
(Mc 1, 12-15)

“El Espíritu empujó a Jesús al desierto.”

Desierto tan lleno de preguntas y encrucijadas.
Desierto en el que uno se juega la libertad o las cadenas.
Desierto, alguna vez tan necesario...
Desierto, tan solitario en ocasiones, y tan habitado en otras.
Lugar donde mueren las palabras vacías y el silencio se llena de sentido.

Hay caminos a los que solo el Espíritu empuja. 
Solo él lleva al desierto, a la soledad, al silencio. 
Sin cosas que distraigan, aparece la verdad del corazón.
Con la Palabra se vencen las tentaciones a las que sucumbimos. 
Déjate empujar por el Espíritu. 
Entra con Jesús en el desierto, acepta que él te hable al corazón. 
Mira desde la soledad la luz de la Pascua. 

Dejarme llevar por el Espíritu...
Sentir sus alas, su vértigo, su brisa.
Su presencia, su fuerza, su guía.
Y escuchar su voz en el desierto.
Voz que desgarra ensordece y grita.
Voz que susurra, cura y acaricia.

La vida siempre estará llena de tentaciones: el dinero, la fama, los lujos, el reconocimiento … 
De nosotros depende sortear los obstáculos del camino hacia la verdadera felicidad

Nos tienta el bien y nos tienta el mal.
Ambos nos tocan, nos llaman nos atraen.
Sentimos el deseo de ayudar, de ser solidarios, de comprometernos, de rezar...
Nos frena la pereza, la desesperanza, la apatía, el egoísmo...

Líbranos de caer en la tentación de la comodidad, la monotonía, la superficialidad de vida.

Hoy quiero dialogar contigo, Jesús. 
No quiero dialogar con el tentador. 

Ayúdame. 





Orar.
Poner el corazón delante de Dios.
Buscar su rostro, su misericordia, su calor.
Sentir que su amor nos sostiene.
Vivir bajo su tierna mirada.
Alimentar la comunión.


Cuando sea tentado por el hambre,
no me dejes caer en soluciones fáciles.
No a la gula,
no a la pereza,
no a la vida cómoda y satisfecha.
Dame sólo el pan nuestro de cada día.

Cuando sea tentado por la fama,
no me dejes caer en la soberbia.
No a la imagen,
no al orgullo,
no a una vida ambiciosa y fácil.
Dame sólo la grandeza de tener hermanos y Padre.

Cuando sea tentado por el poder,
no me dejes caer en sus redes.
No al uso de su fuerza,
no al dominio,
no a una vida arrogante y prepotente.
Dame sólo el gozo del servicio humilde.
Cuando sea tentado por lo que sea,

no me dejes solo con mi pena ni con mi osadía.
Y aunque no te lo pida,
ni haya apreciado tu ejemplo y propuesta,
dame tu segura compañía
para andar por la vida.

Y mientras caminemos por el desierto,
que tu Espíritu, sólo tu Espíritu,
me empuje y guíe
a los corazones y a los oasis
en los que Tú estás presente,
aunque no lo invoque.

¡No me dejes caer en estas
ni en otras tentaciones!

Florentino Ulibarri

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