“¿Cuántos panes tenéis?”



“La gente comió hasta quedar saciada”
(Mc 8, 1-10)  

“¿Cuántos panes tenéis?”
Aportar lo que tengo, aunque sea poco, aunque parezca que no vale, aunque me sienta desbordado, es el comienzo de cualquier milagro.

Jesús se conmueve al ver a la gente, que se ha echado al camino y va detrás de él, necesitada de pan, verdad, cariño y dignidad.
Sus palabras llenas de vida, de ternura, de consuelo han despertado su entusiasmo.  

Con Jesús aprendemos a tener un corazón compasivo, atento a las necesidades de la gente y dispuesto a darles una respuesta generosa y solidaria.

Bendice tu vida y la de quienes te rodean.
Busca el bien en cada persona, en cada situación en que te encuentres. Comparte tu tiempo, tus bienes, tus dones.
El bien compartido, crece.

Me acerco a ti, Jesús, 
y tú me invitas a acercarme a los que tienen hambre.
Llevo casi nada en las manos, 
pero tú me dices que les entregue mi corazón.
Porque entonces, tú harás el milagro 
y el hambre quedará saciada

 Señor Jesús,
 gracias por tu corazón compasivo,
 un corazón que nunca pasa de largo
 que siente nuestras hambres más profundas
 y nos ofrece gratis el mejor alimento.


 Jesús Resucitado,
 gracias por compartir con nosotros
 el pan bendito de tu vida nueva,
 el vino bueno de la alegría eterna,
 el agua fresca de la esperanza cierta.


 Señor nuestro,
 danos un corazón como el tuyo,
 un corazón cercano y generoso
 para compartir el pan, el vino y el agua
 con todos los hambrientos del camino.


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