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Contigo, Jesús, hay alegría.



“¿Es que pueden guardar luto 
los amigos del esposo, 
mientras el esposo está con ellos?” 
(Mt 9,15)  

Parece que lo que más molestaba a los fariseos era que los discípulos vivieran contentos y con normalidad:
Que se acercaran a los más pobres y compartieran con ellos su comida.
Quien se cree perfecto mira a los demás por encima del hombro.
Ve la más pequeña mancha y siempre exige un punto más de perfección.
Ni vive ni deja vivir

- Señor, que mi vanidad no me aparte de los demás.

La Cuaresma debería ser un período de alegría, porque la conversión a la que está orientada no es otra que la gracia de la reconciliación y del encuentro, un tiempo de fiesta, porque nos ofrece la posibilidad de renovarnos y ser más libres y robustos en la lucha contra el mal.

Es tiempo de ORAR y abrirnos al Espíritu para reconocer tu rastro y rostro en nuestras vidas.
El Espíritu nos regala el don de la alegría.
A los amigos de Jesús se les distingue por la alegría.
Sonríe al amanecer y agradece la vida.
Cambia tu cara.
Trabaja con alegría.
Contagia el gozo de la fe a quien se te acerque. 
No olvides que eres amigo del esposo.  

"¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?"
Sólo queda la fiesta.
Gratuita, auténtica.
Es algo nuevo.
Brota espontáneo en las entrañas.
Si el novio está, la fiesta está asegurada.
Los que lo saben, lo saben.
Dalo a conocer.
Comparte.

El verdadero amor se cuida, se cultiva, se llena de detalles y atenciones.
Si crees amar a Dios, ¿haces tú lo mismo?

"Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos." (Is 58, 1-9)
Está claro.
El profeta te despierta al dolor del otro.
Con su luz inicia un camino nuevo, atrevido.
Sé tú una luz.

Ayunar de ambición, de poder, egoísmo, rencor, malhumor y pesimismo.
Ayunar de discusiones estériles, miradas torvas y palabras hirientes...
Ayunar.

Dejar hambriento y sin fuerzas al ego.
Nutrirse solo del bien, del amor.

Contigo, Jesús, hay alegría.    

Coloquio de Cuaresma

Enséñame, Señor, a ayunar
de palabras hirientes
y de silencios nacidos del miedo,
de comodidades y tanta vida de sofá,
de envidias y rencores, de soberbias y orgullos,
de injusticias y prácticas religiosas que me adormecen y no me transforman.
Enséñame a ayunar de lo mío
para poder llamarlo nuestro.
Que mi ayuno nazca de adentro
y no busque la apariencia, el llamar la atención,
el aplauso a mi pretendida bondad.
Haz que ayune, Señor,
para que crezca en mí el hambre de tu reino,
el hambre de tu palabra,
el hambre de ser uno con todos,
el hambre que se haga alimento del mundo.


(Fermín Negre)

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