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"Hemos de aprender a abrazar a los necesitados"


«Tú eres el Hijo de Dios». 
Marcos 3, 7-12

Los que sufren, necesitan consuelo. 
Los enfermos, salud. 
Los desesperados, esperanza... 
Y todos necesitamos descubrir el amor que Dios nos tiene. 
Jesús nos sana y nos lo da a conocer.

Al conocer la actividad de Jesús a favor de los oprimidos, una muchedumbre acude a él.

De Jesús salía vida y sanación para todos. 
Y también de ti puede brotar todo bien. 
Ora, confía y entrégate.

Si caminas con Jesús y le dejas que toque tu corazón, si aceptas que sea tu amigo, entonces el reino llega a ti, y con él, el perdón y el crecimiento en el amor. 

"Hemos de aprender a abrazar a los necesitados"

“La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza” (Papa Francisco).  

"Concédenos estar atentos a las necesidades de todos los hombres para que, participando en sus penas y angustias, en sus alegrías y esperanzas, les mostremos fielmente el camino de la salvación y con ellos avancemos en el camino de tu reino.
Abre nuestros ojos para que conozcamos las necesidades de los hermanos; inspirarnos las palabras y las obras para confortar a los que están cansados y agobiados; haz que los sirvamos con sinceridad, siguiendo el ejemplo y el mandato de Cristo. 
Que tu Iglesia sea un vivo testimonio de verdad y libertad, de paz y justicia, para que todos los hombres se animen con una nueva esperanza". (Plegaria eucarística)    



Te presiona la turba de dolientes.
Todas las muestras del sufrir humano
quieren llegar a Ti. Sollozan, gimen,
se arrastran por el polvo hacia tu amparo.


Se te nublan los ojos, aunque sabes
que eres fuente de Vida sin ocaso,
y allá en tu Corazón, donde más duele,
lloras las consecuencias del pecado.


Después, ternura inmensa, a cada uno
vas imponiendo tus divinas manos,
trazando un arcoiris de alegría,
que borra la memoria del nublado.


No queda ahí tu amor, baja más hondo;
quiere llenar de fe lo que ha vaciado
de dolores antiguos. Luego, pides
silencio agradecido al entusiasmo.


Señor, así te miro, así me acerco,
uno más en la fila. ¿Me ves sano?
Pero a ti no te engaña la apariencia.
¿Estoy para tu Reino desahuciado?


Restaura mi interior. Quiero, contigo
volver a ser, humilde, tu santuario
y llevar tu salud de cuerpo y alma
al inmenso dolor de mis hermanos.


Luis Carlos Flores Mateos, sj

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