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Aumenta mi fe


“Si tu hermano te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte. 
‘Lo siento’, lo perdonarás” 
(Lc 17,4).  

La comunidad cristiana aparece como una comunidad de pecadores que experimentan la proximidad y la acogida de Dios en el perdón fraterno. 
Jesús te anima a perdonar sin límites al hermano, el perdón dado y recibido pacifica el corazón y despierta tu capacidad de amar. 

Señor, perdona mi falta de sensibilidad con los hermanos.
Dame sabiduría y fuerza para hacer y decir lo que más ayude a los hermanos.

 - Señor, perdona nuestras ofensas.

Aumenta mi fe, Señor, 
fortalece mi confianza en Ti,  
que mi vida se arraigue en tu Palabra de Vida.  

Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente";
no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño;
Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.

Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras;
a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.

Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.
Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.
Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.

Señor, dame amor para corregir a quién se equivoca
y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.


Te he encontrado en muchos sitios, Señor.
He escuchado el latido de tu corazón en la tranquilidad perfecta de los campos,
en el sagrario de una catedral vacía,
en la unidad de mente y corazón de una asamblea de personas que te quieren.
Te he encontrado en el gozo, donde a menudo te busco.

En el dolor, te encuentro siempre,
pues el dolor es como el repique de la campana que me llama a rezar.
Señor, te he encontrado en la terrible magnitud del dolor de los demás.
Te he visto en la sublime aceptación y en la inexplicable alegría de los que sufren.

En cambio, no he logrado encontrarte en mis pequeños males
en mis estúpidos disgustos, en contratiempos insignificantes.
En mi cansancio, he dejado pasar inútilmente tu amor, tu entrega y la vitalidad gozosa de tu pascua,
que queda sofocada por pensar en mí más que en Ti

Señor, yo creo. Pero aumenta mi fe.

Hoy 13 de noviembre, celebramos la fiesta de San Leandro,
el gran santo cartagenero, obispo de Sevilla en el siglo VI (patrón de la Diocesis de Huelva). Con su predicación y diligencia convirtió, contando con la ayuda de su rey Recaredo, a los visigodos de la herejía arriana a la fe católica.  
A san Leandro le debemos lo que es España: una unidad,  un proyecto común que nos une. 
La unidad es un bien a preservar;  un bien moral que respeta e integra la diversidad, nacido en el Concilo de Toledo que él convocó y presidió. 

«Confía en tu Señor que es Cristo. 
Mantente firme en la fe. 
Ya conoces la dulzura de la caridad y el gozo de la unidad. 
Predica solo la unión de las naciones. 
Desea la unidad de los pueblos. 
Siembra la única semilla que es la de la paz y de la unidad» 
(Homilía en el Concilio).

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