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Pescadores de hombres



“Rema mar adentro” 
(Lc 5,4)  

No es lo mismo vivir apasionadamente que sobrevivir.
No es lo mismo saber que Dios existe que vivir apasionadamente la experiencia de su amor.
No es lo mismo que Dios ocupe un lugar secundario en la vida a que ocupe el primer lugar del corazón.
Quizás dediques más tiempo a la actividad que al encuentro contigo y con Dios.
¿Por qué no inviertes hoy las cosas?   

“Rema mar adentro” es una invitación a crecer, a ser nosotros mismos, a amar más y mejor…

Gracias, Señor, porque nos llamas a remar mar adentro,
de la orilla del "no hacer mal a nadie" al mar de la santidad,
de la orilla del "compartir unas migajas" al mar de la entrega total,
de la orilla del "rezar por obligación" al mar de la amistad contigo,
de la orilla del “todo está muy mal” al mar del compromiso,
de la orilla del “me da miedo” al mar de la confianza,
de la orilla del "ir tirando" al mar de una vida plena.

No permitas que me quede estancado, en la orilla,
y guíame en la aventura de remar mar adentro,
para encontrarme con mi yo más auténtico,
para descubrir el mar inmenso de tu amor,
para gozar la alegría de la fraternidad más grande.


La fe de Pedro es realmente sorprendente.
Los mismos pescadores que se maravillan de la pesca seguro que se burlaron de él al verle ir mar adentro.
Cuando nos damos cuenta de la grandeza y la bondad de Dios, reconocemos nuestra pequeñez y de nuestro pecado.
Esta es la experiencia de Pedro.
Esta es la experiencia que todos estamos invitados a vivir.
Sólo cuando tomemos conciencia de quién es Dios y de quiénes somos nosotros, podremos relacionarnos con verdad con Él y con los hermanos.
 Dejarse sorprender es el primer paso para la conversión.
Los fariseos en alguna ocasión reconocen que es inteligente que conoce la Ley... pero se cierran. 
Los demonios también lo reconocen, pero la soberbia les puede.

- Señor, que te vea en los momentos difíciles.

            “Señor, tu mar es grande, nuestras barcas son pequeñas”
            “Concédenos descubrir y admirar tu grandeza”
            “Concédenos un corazón humilde”

Tu gloria es que yo viva, mi Dios.
Tu proyecto, que no me quede en lo superficial.
Envíame tu Espíritu para que me enseñe a vivir. 

“No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.
Cuando Pedro reconoce su pecado, Jesús lo llama.
Es curioso.
Jesús no se detiene ante nuestra pequeñez, ni siquiera ante nuestro pecado, cuando lo reconocemos con sinceridad.
 Y cuenta con nosotros, cuenta contigo.
Y te llama.


Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.

Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.

También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.

Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.

Benjamín González Buelta, sj


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