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La autoridad de Jesús


“¿Qué tiene su palabra?” 
(Lc 4,36)  

¡Qué pregunta más bonita se hace la gente! 
¿Qué fuerza lleva dentro la palabra de Jesús? 
¡Con qué valentía se enfrenta al mal con su palabra! 
¡Cuánta ternura y belleza esconden sus palabras! 
Aprende a estar con la palabra de Jesús en el corazón, hasta que te comunique todos sus ecos.

Tu palabra eres Tú, Jesús. 
 tus palabras y respiro tus perfumes. 
¡Cómo me crea por dentro tu Palabra!

Señor, Tú hablas con autoridad,
porque has sido enviado por Dios Padre, no eres un entrometido;
porque hablas de lo que sabes, no hablas de oídas;
porque hablas con sencillez, para que te entiendan, no para demostrar lo mucho que sabes;
porque hablas con respeto, nunca con violencia;
porque haces lo que dices, vives lo que hablas;
porque tus palabras buscan mi bien, aunque a veces no quiera escuchar lo que me dices;
porque tus palabras reflejan la verdad, sin esconder la luz ni las sombras;
porque tus palabras descubren nuestros fallos para que los superemos, nunca para humillarnos;
porque tus palabras nos recuerdan quiénes somos y lo mucho que valemos para ti;
porque tus palabras, tu mirada, tus gestos y tu vida nos anuncian un mismo mensaje: que nos amas con todo el corazón y que tu amor nos acompañará siempre.
Señor, ayúdame a hablar como Tú, a vivir como Tú, a ser como Tú.

Jesús libera de todo lo que no nos deja crecer como personas y como cristianos. 
Por eso su lucha se dirige directamente contra el pecado. 
El pecado es nuestro peor enemigo, un enemigo que se convierte en invencible cuando no reconocemos su peligro.

En algunas ocasiones puede parecer que el Mal ha ganado la partida. 
Hoy Jesús nos demuestra lo contrario: la gracia de Dios siempre es más fuerte. 
Cuando falta la fe, surgen mil interpretaciones mágicas de la realidad. Tal vez esta sea la nueva presentación del mal. 
Creer que no existe le deja el campo libre. 
Unidos a Jesús siempre podremos salir airosos.

- Señor, aumenta mi fe.

“Señor, gracias por desatarnos de las cadenas que nos atan, por liberarnos de los espíritus que nos atemorizan.
Concédenos reconocer el mal que retuerce a nuestros hermanos y ayudarles a disfrutar la alegría de una vida libre.”

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