Hoy es el tiempo de gracia



“Hoy se cumple esta Escritura 
que acabáis de oír” 
(Lc 4, 21)  

La fama de Jesús había llegado a Nazaret, lugar pequeño y apartado de la gran ciudad. 
Le acogieron con entusiasmo. 
Allí Jesús proclama con valentía, que en sus gestos y palabras de ternura entrañable se cumple la Escritura. 
Asómbrate ante la proclamación del Reino que hace Jesús a los pobres, a los marginados, a los oprimidos. 
Dios los mira con amor y los llena de su gracia.  
Suele suceder que siempre hay alguien movido por la envidia que pregunta 
¿Dónde ha estudiado? 
¿Qué se habrá creído? 
Fuimos a la escuela juntos... que demuestre lo que dice. 
Por más que queramos argumentar en estos casos, la sentencia ya está dictada. 
Por esto Jesús decide alejarse.

- Señor, que sepa valorar a las personas que están a mi lado.

Tú haces nacer en mi corazón la fuente de la alegría. Gracias, Señor, por tanta belleza y novedad, como me ofreces cada día

Vine a los míos y los míos no me recibieron.
Me hice como uno de ellos y no me conocieron.

Busqué nuevas formas de presencia:
me prolongué en signos visibles,
me quedé en sus templos y en sus casas,
quise estar en el centro de sus encuentros,
pero ellos apenas se dan cuenta.

Me encarné en el pobre y en el que sufre;
quise hacerme presente en sus debilidades:
curar, compartir, acompañar, servir,
ser testigo firme de toda vida, aún de la más débil;
pero ellos se van por otros caminos.

Me ofrecí como alimento –sabroso pan y dulce vino–
pero el banquete les parece insípido y triste.
Me hice palabra buena y nueva,
y ellos la amordazan con leyes y normas.
Les descubrí los manantiales de agua viva,
y vuelven a las pozas y charcas contaminadas.

Tengo cada día una cosecha generosa
de dones y gracias que quiero repartir,
pero nadie la solicita, y me quedo con mis dones.
¡No hay dolor mayor que no poder darse a quien se quiere!

Tal vez equivoqué la estrategia.
Si me hubiera quedado en un lugar solamente,
seguro que todos irían a buscarme y a pedirme.
¡Me tienen al alcance de la mano,
pero ellos prefieren ir a encontrarme
a oscuros y estériles rincones!

A pesar de todo, renuevo mi presencia.
Me quedo con vosotros.
Me quedo en el centro de vuestra vida.
No me busquéis lejos.
Buscadme en lo más profundo de vuestro ser,
en lo más querido de vuestros anhelos,
en lo más importante de vuestras tareas,
en lo más cálido de vuestros encuentros,
en lo más claro de vuestra historia.
Buscadme en el dolor y en la alegría,
siempre en la esperanza y en la vida.

Os espero.

Florentino Ulibarri

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